Los costes están descontrolados

La luz seguirá en precios máximos hasta enero bajo el riesgo de cortes en verano

Los costes del CO2 y el gas elevan la factura eléctrica en toda Europa y obligan a interconexiones en época de alta demanda que aumentan la vulnerabilidad del sistema y ponen en alerta la red de distribución.

Teresa Ribera
La luz seguirá en precios máximos hasta enero bajo el riesgo de cortes en verano.
Europa Press

El corte de luz que se produjo este sábado en más de media España por un corte del suministro eléctrico que nos llega de Francia en momentos de alta demanda ha desatado todas las alarmas sobre la vulnerabilidad del sistema en verano, a pesar de que los usuarios están pagando el recibo de la luz más caro de la historia. Con un agravante que apuntan todos los analistas del sector: con el actual modelo europeo de cálculo marginal del precio de la luz y los costes del CO2 y el gas disparados en los mercados internacionales, la tensión y los récords en el coste de los usuarios va a continuar hasta bien entrado el año que viene. Fuentes empresariales consultadas aseguran que el riesgo de cortes de verano en momentos de  pico de demanda, sean por un incidente en Francia o por otra causa, incrementan la convulsión de un sector en España que está enfrentado al Gobierno por el recorte de beneficios que plantea el anteproyecto de ley que modifica la tarifa.   

La ministra Ribera ya ha dado la voz de alarma en Bruselas de forma extraoficial, pero todos los analistas apuntan a que Europa está condenada a seguir pagando una luz a precio de oro durante varios meses más, al menos hasta enero del año que viene, si no más. Junto a los posibles cortes de suministro como el ocurrido este sábado, la cuestión del precio es  lo que más preocupa a particulares y pequeños empresarios desde que el coste de la electricidad está batiendo todos los récords en España. La bajada del IVA de la luz al 10% se ha quedado ya obsoleta y el precio se comido ya el escaso margen de seis euros con los que el gobierno pretendía aliviar un recibo cada vez más caro.

El corte de luz en nueve comunidades autónomas de este fin de semana y el momento de cambio que se está viviendo en el sistema de producción de energía, con el desarrollo de las renovables en alza y el fin de las fuentes de generación fósiles, ha generado una situación de incertidumbre avalada por la escalada de los precios y el malestar de las grandes eléctricas con las decisiones que toma el Gobierno. Desde el Ejecutivo se reconocía esta misma semana que era incapaz de atajar la situación de los precios y Red Eléctrica, la empresa semipública que se encarga de velar por el suministro a todos los hogares y las empresas, ha intentado calmar los ánimos asegurando que el incidente que originó el corte ha sido puntual. No obstante, técnicos consultados advierten de la vulnerabilidad de un modelo que incluso un sábado por la tarde, que no es un momento de gran actividad empresarial, necesita estar conectado con Francia por falta de generación propia. 

Por qué suben los precios

Para entender qué está pasando con los precios y cuándo volverán las cosas a su cauce normal debemos hacer tres cosas. En primer lugar, alejarnos unos cuantos miles de kilómetros de nuestro país, incluso del continente europeo. En segundo lugar, mirar a un mercado tan desconocido como contaminante: el del CO2, y, por último, cruzar los dedos para que el clima no haga de las suyas y nos sorprenda con una ola de frío en octubre o un calor extremo en septiembre. Sólo así podremos anticiparnos a los mercados de futuros, aquellos que predicen cuanto pagaremos en los próximos meses.

Unos 4.110 kilómetros. Esa es la línea recta que separa Madrid de Moscú. Una distancia considerable y que, en principio, debería dejarnos fuera de cualquier repercusión directa por sucesos en la estepa siberiana. Sin embargo, la realidad global en la que vivimos hace que esa separación se reduzca y provoque efectos sobre nuestros bolsillos. El precio del gas está alcanzando cotas muy altas y lo hace por dos factores. En primer lugar, por la reducción en la provisión de esta materia prima procedente de Rusia y Ucrania. Ambos países tienen un pasado que les vincula con la presión política a través de los gasoductos que les conectan con el corazón de Europa: Yamal y Nord Stream 1, en el caso de Moscú, y el ‘pasillo ucraniano’, en el caso de Kiev.

Cada uno por sus respectivas razones, pero el hecho es que las dos capitales han reducido drásticamente el suministro en una especie de nueva “guerra del gas” que encarece el precio de esta materia prima no sólo en Alemania o Polonia, sino en el conjunto del continente. La utilización de los gasoductos como medida de presión hacia Europa ha sido una constante en las tensas relaciones que unen a la Unión con Rusia.

La situación podrá aliviarse gracias al acuerdo alcanzado entre Alemania y EEUU y que permitirá que Nord Stream 2 se convierta en el nuevo conducto que unirá directamente Rusia y Alemania a través del Mar Báltico. La situación de construcción del tubo está al 90%, por lo que próximamente Europa contará con una nueva vía de entrada de gas que, en este caso, no dependerá de las complicadas relaciones que mantienen Kiev y Moscú. Ante el acuerdo, han surgido voces críticas que recuerdan que el proyecto aumentará la influencia rusa en Europa y probablemente tendrá repercusiones nada positivas para Ucrania.

Junto a esta variable geopolítica se une otra económica y que se sitúa bastante más lejos que la conexión rusa. La economía asiática está despegando y, como tradicionalmente suele ocurrir, lo hace sin control alguno. China, India o Vietnam gozan de unas envidiables tasas de crecimiento, que encuentran su explicación en la recuperación tras los efectos de la pandemia. Este aumento de riqueza en forma de producción necesita de una energía que la respalde. Por desgracia (o no) las estrategias energéticas de estos países pasan por un abandono paulatino del carbón. En este sentido, China inició una apuesta por energías alternativas, como las renovables, que, a su vez, necesitan una energía de respaldo. Es aquí donde surge el gas como energía fiable… y costosa, puesto que gran parte de los gaseros que transportan GNL están siendo desviados al mercado asiático que lo compran, literalmente, a cualquier precio. El mercado aun tardará unos meses en recuperarse de este fenómeno y estará condicionado por la recuperación europea, que será más evidente durante el último trimestre del año.

El mercado de CO2

La transición energética tiene un coste y este pasa por la asunción del principio ‘quien contamina paga’. Los países deben acudir al ‘mercado internacional de emisiones’ si quieren contaminar. En 2020, la media anual de precios se situaba en los 24,75€, en un año en los que se llegó a marcar un mínimo de 19,83€. Por el contrario, en los siete primeros meses de 2021, el valor de contaminar ha alcanzado una media de 44,87€, casi el doble del año anterior, y lo peor es que el incremento es constante mes a mes. Así, mayo rompió la barrera de los 50€ y en julio cada tonelada de emisión de dióxido de carbono cotiza a 53,57€. Septiembre, octubre, noviembre y diciembre serán meses caros, puesto que los países asiáticos siguen interactuando en el mercado de CO2, comprando a otros países el derecho a contaminar. Es una estrategia a la que se supone se unirá Europa e incluso EEUU cuando sus economías despeguen con fuerza.

Este mercado persa es el que aumenta aproximadamente un 20% el precio del gas y en paralelo incrementa el coste que pagamos cada mes en la factura cada vez que el mercado marginalista provoca que la última tecnología en entrar en el sistema eléctrico sea el gas. Un caos que, en cualquier caso, no es coyuntural puesto que la lógica de la demanda y oferta hace que cada año sea más caro contaminar. El coste del CO2 se ha multiplicado por 9 en los últimos 4 años. Desde 2018, mes a mes, su valor ha ido aumentando progresivamente, y es que contaminar parece que ya es sólo cosa de ricos.

Veranos calurosos e inviernos fríos

La tercera variable es climatológica. El mercado eléctrico depende casi al 50% de las energías renovables y estas están condicionadas en gran medida por las inclemencias del tiempo. Tanto las horas de luz, como el viento y las lluvias, provocan gran intermitencia en la aportación de las energías limpias al sistema. Incluso las centrales hidroeléctricas condicionan su producción a las mayores o menores lluvias que puedan producirse a lo largo del año.

La paradoja renovable hace que las tecnologías más punteras vuelvan a depender de los elementos naturales. Al coste de contaminar en el mercado de CO2 se une el de depender al 50% de energías limpias que, a diferencia de la nuclear, son más imprevisibles y están sometidas a elementos externos. Es complicado aventurar si el otoño serás más o menos cálido, pero el mercado de futuros anticipa precios en torno a los 90 - 100 € para el último trimestre del año. Se avecinan borrascas para el ya sufrido recibo de la luz.

La ministra del ramo, Teresa Ribera, es consciente de esta situación: “Nos vamos a manejar en horquillas de precios altos”. Con estas palabras, la titular de Transición Ecológica hacía referencia a la cotización de las materias primas en los mercados internacionales. Todo un anticipo de lo que queda por venir hasta el mes de enero, momento en el que los precios podrán caer lenta pero constantemente si la situación en Rusia mejora y las condiciones climáticas acompañan.

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