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Elecciones en CEOE… si José María Cuevas levantara la cabeza

Garamendi quiere ser reelegido por aclamación mientras sus críticos buscan un  ‘challenger’ por razones higiénicas. Gerardo Pérez, presidente de Faconauto, hace acopio de apoyos para formalizar su candidatura.

Antonio Garamendi ha constituido un firme apoyo de los proyectos socio laborales del Gobierno de Pedro Sánchez durante esta legislatura
Antonio Garamendi ha apoyado los mas importantes proyectos socio laborales del Gobierno de Pedro Sánchez durante esta legislatura
Moncloa

Puede que la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la antigua CEOE encumbrada desde su nacimiento como una de las principales marcas que impulsó el desarrollo de la Transición Democrática, se haya convertido en una institución melancólica en los tiempos modernos de apabullante incertidumbre económica y siniestra impostura de valores políticos y morales. Pero lo cierto es que cada vez que la entidad se ve abocada a pasar por el trance de unas elecciones presidenciales emerge el recuerdo entrañable y para muchos imborrable de la figura de José María Cuevas, el dirigente que condujo durante más de 20 años la cúpula patronal con un liderazgo incuestionable y cuya herencia como uno de los máximos referentes de la historia empresarial permite que, todavía a día de hoy, la CEOE tenga algo que decir en el enrarecido mundo socio-laboral que se vive en España.

El Gobierno le ha hecho un muy flaco favor a Antonio Garamendi, dejándole tirado como una colilla en un momento trascendental para la renovación en el cargo del actual titular de la CEOE. Pedro Sánchez ha demostrado una vez más que no solo no es de fiar, sino que tampoco se siente ni muestra agradecido con aquellos que han venido secundando su atrabiliaria estrategia política. Bien sea por acción o en otras ocasiones por clara y descarada omisión, el principal representante corporativo de los empresarios ha ejercido una exquisita permisividad todos estos años con el ideario del líder socialista. Una actitud que ha removido conciencias en diferentes estamentos de la CEOE, generando a su presidente fuertes quebraderos de cabeza, como ocurrió con sus forzadas declaraciones a favor de los indultos para los cabecillas independentistas de Cataluña.

Aunque pueda resultar paradójico la verdad es que la más señera e importante organización empresarial del país se ha erigido en aliado preferente de todos los proyectos legislativos promovidos por la coalición social comunista en el mercado del trabajo. La CEOE se esmeró como quien más en legitimar la controvertida contrarreforma laboral, salvando de la quema a la vicepresidenta Yolanda Díaz, y tampoco tuvo mayores reparos en tender la alfombra al ministro José Luis Escrivá para que sacara adelante la primera parte de la revisión de las pensiones o la más reciente puesta en marcha del nuevo régimen de autónomos. Ni una ni otro han respondido ahora a la generosidad de Garamendi, dejándole al pie de los caballos con esa descomunal subida del 9,2% en las cotizaciones a la Seguridad Social que ha sido incluida de extranjis en los Presupuestos del Estado para 2023.

El papel en la sombra de Juan Pablo Lázaro ha sido determinante para que Miguel Garrido, presidente de CEIM, se haya descolgado en apoyo de Garamendi

En el seno de la CEOE existe la sensación de que el Gobierno ha perdido del todo el respeto que la institución se labró a pulso desde sus primeros años de existencia y los más suspicaces entienden que ha llegado la hora de dar un giro radical en la política de complacencia con los poderes públicos. Quizá eso explique el nuevo tono con que se está empleando su actual presidente tras haber sido ninguneado en materias de regulación que son esenciales para la actividad empresarial y ayude también a comprender la reacción de sorpresa con que los ministros promotores de tamaño menosprecio han encajado unas quejas que para nada se esperaban del hasta ahora emoliente Garamendi. Moncloa ha pasado también al ataque y los estrategas de Palacio han decidido ponerse la venda antes de la herida, achacando cualquier eventual ruptura del diálogo social al actual ambiente electoral que se respira dentro de la patronal.

Pedro Sánchez y su equipo de campaña están convencidos de que Garamendi no tardará en volver al redil en cuanto supere el rubicón del 23 de noviembre si es que antes no sale aclamado por falta de contrincantes que le pongan a prueba. Precisamente por ello, buena parte de los barones de la CEOE entienden que sería más ‘higiénico’ disponer ahora de algún ‘challenger’ que ponga a prueba la resistencia de la actual dirección y muestre las distintas sensibilidades de un movimiento empresarial claramente necesitado de elementos reconstituyentes. No se trata siquiera de desafiar el poder aquilatado del ocupante del trono, encumbrado a partir un piñón con los principales mandarines corporativos del país, entendiendo como tales las grandes empresas del Ibex. El objetivo es forzar la máquina con un aspirante que obligue a abrir las urnas para que todos los cerca de 800 miembros de la Asamblea General sepan los votos que realmente atesora Garamendi de cara a su segundo y presumiblemente último mandato.

En la planta noble de Diego de León están molestos ante la posibilidad de que Gerardo Pérez, el titular de Faconauto, obtenga los respaldos necesarios para competir por el flamante despacho que gasta Garamendi. El supuesto pretendiente empieza a tenerlo claro pero antes quiere disponer de suficientes garantías para consolidar al menos una opción de futuro si es que finalmente no consigue desalojar del cargo al actual inquilino presidencial. El representante de los concesionarios de coches exige que los negacionistas de Garamendi se mojen con un abierto y desprendido apoyo a su candidatura. Un desafío que obligaría a Foment y a su presidente Josep Sánchez Llibre a poner las cartas sobre la mesa quedando en evidencia ante esos poderes fácticos de la banca, eléctricas y telefónicas que son los que mueven los hilos de la CEOE y que muestran especial aversión ante cualquier conato de inestabilidad en la institución.

Gerardo Pérez, presidente de los concesionarios de coches, ultima una candidatura para la que ha pedido apoyo desprendido a todos los críticos con la actual dirección de la CEOE

La patronal catalana ha alentado estos años una labor de zapa contra la gestión de Garamendi aunque eso no ha sido suficiente para configurar una respuesta contundente de cara a las elecciones de dentro de un mes. La alternativa de Miguel Garrido, presidente de los empresarios madrileños, fue manejada hace unos meses con el apoyo de otras organizaciones como Anfac, Asaja o la Cepyme de Gerardo Cuervas, pero la intervención de Juan Pablo Lázaro, expresidente de CEIM y amigo personal de Garamendi, consiguió disuadir al presunto interesado de toda tentación. La pelota está pues ahora en el tejado y a la espera de que Faconauto quiera lanzarse al rebote, pero su presidente tiene mayores ambiciones que las que se atribuyen a todo outsider dispuesto a inmolarse por una causa que hasta no hace mucho le resultaba totalmente ajena.

Gerardo Pérez no se conforma con ser un mero candidato de ocasión, sino que quiere conformar una verdadera oposición de futuro. Los 20 avales que necesita para concurrir a las urnas son porca miseria y lo que quiere es nutrir una cifra de adhesiones equivalente a los 312 votos que consiguió Garamendi cuando en 2014 perdió por solo 33 papeletas frente a Juan Rosell, quien reunió 345 asambleístas de su lado. Las elecciones son secretas, lo que otorga una libertad de voto que favorece cualquier pretensión por peregrina que parezca. No se olvide que Garamendi se lanzó a la aventura con tan solo 22 avales por 302 de Rosell. Con estos antecedentes la pretensión del presidente de Faconauto no parece descabellada porque estaría asegurándose una posición de ventaja para el día en que su rival tenga que ceder el timón dentro de cuatro años como mandan los actuales estatutos. El problema para los que promueven un cambio de ciclo está claro y es que su empeño en salir de Málaga les termine conduciendo a Malagón. Si Cuevas levantara la cabeza…

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