Cuaderno de venta

El chupinazo de los 'profits warnings' y las rebajas de rating

Tras el chupinazo de los últimos meses, la realidad de las cuentas empresas y gobiernos sitúa a los inversores están cada vez más cerca de entonar su particular Pobre de mí que anuncia el fin de las fiestas en los mercados.

El chupinazo abre 204 horas de fiesta ininterrumpida en Pamplona
La icónica imagen del inicio de los Sanfermines no se producirá en 2020.
L. I.

“Tras todo Chupinazo viene un Pobre de mí”. La advertencia de la consejera de Salud del Gobierno navarro, Santos Indurain, ante las no-fiestas de San Fermín va dirigida a todos aquellos que preparan en la clandestinidad el vino espumoso ante el cohete festivo del 6 de julio, pero también a quienes cantan victoria y bajan la guardia ante la pandemia de la Covid-19. Los rebrotes y el descontrol en la segunda ola que viven países como EEUU dan fe de que la crisis sanitaria no ha cesado. Hay que enarbolar la bandera de la cautela con más fuerza que nunca para construir una verdadera recuperación.

Lo mismo vale para el mundo del dinero. La desconexión que se ha producido en las últimas semanas entre los mercados financieros y la evolución económica ha dejado en el ambiente una sensación falsa de recuperación en la opinión pública por varios motivos. Primero, las reaperturas económicas han accionado rebotes mecánicos en algunos indicadores adelantados. Segundo, el doping de los billonarios planes de estímulo de los bancos centrales mantienen la calma sobre la financiación e inflan las valoraciones de algunos activos. Tercero, las subidas de las Bolsas del 30% al 40% desde los mínimos de marzo -en el caso del Nasdaq, hasta máximos históricos- han extendido un clima de euforia tras las recuperaciones en forma de V de las cotizaciones.

El beneficio agregado del medio centenar de empresas que componen S&P 500 se desploma un 37% en el segundo trimestre

La confianza de los inversores parece inmune antes de las próximas cuentas empresariales. Lo cierto es que pronosticar ahora a la evolución de los resultados corporativos del segundo trimestre se ha convertido en un acto de chamanismo. La oscuridad es casi total pero los augurios no son buenos. Si en el primer trimestre ya comenzaron a verse algunos rotos contables con solo dos semanas de confinamiento y parón económico, ¿cómo se traducirá el apagón económico de dos meses en las cifras de facturación, ebitdas y deudas? Yendo un paso más adelante, ¿qué perspectivas ofrece el tercer trimestre con las débiles reaperturas y la amenaza de más confinamientos?

Para muestra de lo que está por venir sirve el consenso de los analistas de los bancos de inversión que siguen y hacen marcaje de las empresas cotizadas como si fuesen su sombra. En Wall Street, donde se encuentra la comunidad más numerosa de estos expertos, la revisión a la baja de las previsiones de beneficio para el segundo trimestre alcanza niveles récord... fuera de órbita. El beneficio agregado del medio centenar de empresas que componen S&P 500 se desploma un 37%, desde 36,93 dólares por acción hasta poco más de 23 dólares, según la medición de Factset.

Quien siga este tipo de estadísticas llevará con las manos en la cabeza desde hace tiempo. Para los legos en la materia, ¿es relevante este movimiento? El Beneficio por Acción (BPA o EPS, por sus siglas en inglés) es la base de las valoraciones de empresas cotizadas. Recoge el reparto de beneficios que le correspondería a cada una de las acciones en circulación. Históricamente, según Factset, la caída promedio se sitúa entre el 3,2% y el 4,6% si se tienen en cuenta los últimos cinco o quince años. El segundo trimestre de 2020 pasará a la historia por multiplicar por diez veces esos movimientos a la baja y bate el récord fijado en el cuarto trimestre de 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers, cuando este guarismo se desplomó un 34%. El colapso en las cifras está liderado por el sector energético e industrial.

Bajan los beneficios, ¿suben las valoraciones?

La caída de resultados es más que previsible desde que comenzó la crisis, pero sorprende que a la vez se haya producido una subida histórica de más del 20% trimestral en el mismo S&P 500. Bajan los beneficios, ¿suben las valoraciones? Hay quien argumenta que este comportamiento está ligado a los beneficios a futuro de las empresas cotizadas, mirando ya al 2021. También a la increíble inyección de liquidez a las economías en forma de estímulos fiscales y monetarios. No les falta razón a ambas líneas argumentales. Sin embargo, el hueco que va a dejar el segundo trimestrales en las cuentas de empresariales parece difícil que se rellene en 2020.

Otra señal de alarma a tener en cuenta es la carga que están asumiendo las grandes multinacionales para seguir adelante con desinversiones, emisiones de deuda y financiación. Parece difícil pensar que una compañía que eleva su coste financiero no tenga repercusiones sobre sus resultados. Según Bank of America, las empresas europeas (sin bancos) han acumulado más de 500.000 millones de euros en liquidez vía deuda y préstamos para afrontar la crisis de la Covid-19. Sin embargo, la calidad crediticia de la mayoría de estos emisores ha empeorado y amenaza con rebajas de rating, lo que se traducirá a su vez en mayores costes a la hora de financiarse.

Gran parte de esa nueva liquidez a devolver se ha conseguido con aval público. Los estados son precisamente la otra gran incógnita de los mercados. Hasta la fecha han mostrado una notable fortaleza a la hora de captar y movilizar recursos a bajo coste, pero todo tiene un límite. El rating -ese pasaporte de salud financiera de cualquier emisor que busca conseguir dinero ajeno- está en riesgo para muchos. La agencia de calificación Fitch ha degradado en 2020 33 calificaciones de estados -Reino Unido o Hong Kong, entre ellos- y mantiene a 40 países en perspectiva ‘negativa’, una indicación a futuro de potenciales rebajas. Nunca en la historia de la agencia se habría producido una situación como la actual en la que todos los países (Fitch sigue a 119 emisores soberanos) afrontan una bajada de notas y un aumento de sus perfiles de riesgo. Tras el chupinazo bursátil desde los mínimos de marzo, la realidad de las cuentas en empresas y gobiernos sitúa a los inversores cada vez más cerca de entonar su particular Pobre de mí, el cántico sanferminero que pone fin a la fiesta.

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