La batalla por el relato

Ayuso e Iglesias: cómo la comunicación política se dio la vuelta en sólo 365 días

La presidenta de Madrid y el líder de Podemos han visto sus roles cambiados en el último año: el líder morado parecía tenerlo todo a su favor en primavera de 2020 y viceversa. Ahora los roles han virado.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada a una rueda de prensa.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada a una rueda de prensa.
Europa Press

Parecía que todas las cosas le salían bien a Pablo Iglesias, y todas le salían mal a Isabel Díaz Ayuso en los primeros meses de 2020. Iglesias, el conocido líder del partido de extrema izquierda Podemos, había logrado ser vicepresidente segundo de España. Había logrado sacar un "acuerdo progresista" con el PSOE para gobernar el país. Había logrado que se aprobase una subida de 50 euros del salario mínimo (hasta 950 euros). Y tenía a punto de caramelo muchos proyectos de ley: derogar la reforma laboral, aprobar la ley de libertad sexual, la ley de alquileres de vivienda, subir los impuestos… Su abrazo con el presidente Pedro Sánchez había puesto a la derecha muy furiosa.

En esos meses, Isabel Díaz Ayuso estaba siendo castigada por sus declaraciones. En diciembre de 2019, durante la Cumbre del Clima de Madrid había dicho que "algún día sabremos qué lobby tienen detrás" las emergencias internacionales, lo cual desató, como suele decirse, un "vendaval en las redes" que la criticaban por minimizar el cambio climático.

Cuando la pandemia llegó a España y el gobierno decretó el estado de alarma, Ayuso se convertía en la diana preferida de algunos periodistas. Cualquier cosa que dijera Ayuso era motivo "de escándalo". Ante los micrófonos del locutor Carlos Herrera, dijo que el virus se veía venir de China porque "no tenemos una sola goma del pelo que no sea ‘made in China’". La periodista Rosa María Artal la insultó en Twitter llamándola "analfabeta funcional". El 'Huffington Post', un medio de Prisa, recogía los tuits de los enemigos de Ayuso, que se podían resumir en: "No entiendo cómo esta mujer preside una comunidad autónoma".

Más aún: a medida que fueron apareciendo las cifras de muertes en las residencias de ancianos, sobre todo en Madrid, Ayuso aparecía como la principal culpable. En pocas semanas dimitían cargos de la Consejería de Políticas Sociales. Criticaban a Ayuso por no transferir ancianos enfermos a los hospitales. "¿Y qué hizo la señora Ayuso?", acusó Iglesias. "No lo digo yo, lo dice su propio consejero de Servicios Sociales: probablemente una ilegalidad que ha costado muchas vidas".

La imagen de Isabel Ayuso recibía críticas constantes por algunos errores de comunicación durante el confinamiento. En una entrevista publicada en 'El Mundo', la presidenta madrileña aparecía en portada vestida de luto y con gesto compungido y conmocionado. A los lectores les parecía artificial, y a la izquierda, por supuesto, lágrimas de cocodrilo.

'El Huffington Post' no tardó mucho en lanzar su listículo: "Las cinco polémicas de Díaz Ayuso en menos de doce horas". Recogían meteduras de patas, fotos o interpretaciones malintencionadas, pero al fin y al cabo, cosas que habían salido de su boca. Parecía como si su peor enemigo fuera ella misma ante un micrófono.

Las cosas empeoraron después del verano. A finales de septiembre la Comunidad de Madrid registraba una ola de contagios que superaba la media del país. Era la segunda ola. La estrategia de la presidenta había consistido en no decretar confinamientos audaces, sino mantener abierta la economía con ciertos límites. El Gobierno la conminó a imponer restricciones. Ayuso se negó. Entonces, el Gobierno aprobó un estado de alarma para Madrid. Para Ayuso eso era un chantaje.

El Gobierno quizá no se dio cuenta que en ese momento estaba convirtiendo a Ayuso en un símbolo. "La elevaron de estatus", dicen varios expertos sobre comunicación política. "La batalla se convirtió en Sánchez contra Ayuso". En ese momento Ayuso empezó a recuperar la batalla de la imagen porque parecía que el Gobierno central atacaba Madrid. "En un escenario político lo que te da tamaño es tu adversario”, dice un experto.

En diciembre de 2020, la presidenta inauguró el mayor hospital del mundo contra enfermos de Covid: Enfermera Isabel Zendal. Ningún alto miembro del gobierno fue al acto y, por supuesto, tampoco el vicepresidente de Políticas Sociales Pablo Iglesias. Miembros de Podemos criticaron el hospital: que si se había pasado de presupuesto, que si no había quirófanos, que si la comida era un desastre… Pero esta vez el vicepresidente Pablo Iglesias permaneció callado puesto que un defensor de la sanidad pública no podía criticar un hospital público construido en tres meses.

La opinión pública cada vez aceptaba mejor a Ayuso. Había luchado por mantener el arriesgado equilibrio de bajar la curva de contagios y limitar lo menos posible la actividad económica de Madrid. Gracias a eso, Madrid había crecido económicamente un 4,4% en el último trimestre de 2020, diez veces más que la media española. Miles de puestos de trabajo se habían salvado en Madrid, mientras que en el resto del país se hablaba de destrucción de empleo debido a confinamientos y restricciones. Cuando llegó la tercera ola de contagios a partir de enero de 2021, la mayoría de los comerciantes aprobaba las medidas de su presidenta de no paralizar la economía.

Cada día que pasaba, aumentaba al prestigio de Isabel Díaz Ayuso. En Cataluña en febrero se podían ver carteles que la echaban de menos. "¡Ayuso ven aquí!". Y en Albacete, delante del edificio del ayuntamiento, los hosteleros gritaban. "¡Queremos una Ayuso!". La presidenta de Madrid acaparó titulares y telediarios cuando el 10 de marzo convocó elecciones anticipadas para la Comunidad de Madrid. "¡Arrasará!", era la opinión de la mayoría de los analistas. "Se llevará a todos por delante". 

Cinco días después, Pablo Iglesias decidió combatirla en su campo: dimitió como vicepresidente y se presentaría a las elecciones anticipadas a la Comunidad de Madrid previstas para el 4 de mayo. Ayuso aprovechó el desafío para lanzar un eslogan que pronto caló en los medios: "Los madrileños tendrán que decidir entre Comunismo o Libertad". "Ahí se nota la estrategia de comunicación de Miguel Ángel Rodríguez, ex asesor de Aznar", dice un especialista en comunicación. "El debate ha pasado de ‘errores’ a ‘enfrentamiento", añade.

Para los analistas en comunicación consultados, la operación de Pablo Iglesias ha sido de supervivencia. "Le ha pasado como al Che Guevara, que no sabía estar en un despacho y se fue a Angola a combatir. No sabe estar en un despacho. Pablo es Pablo".

Ahora bien, ¿es el mejor momento de Iglesias? Hace siete años, cuando saltó a la fama al conseguir cinco eurodiputados, Iglesias comenzó a arrastrar multitudes porque su lenguaje bronco concentraba la rabia de muchos españoles que estaban sufriendo la crisis económica: desahucios, despidos, precariedad…

Pero desde hace algo más de un año Iglesias es parte del poder. "Ahora mucha gente le ve impostado, incluso cuando habla de crear un frente antifascista", dice un experto. "La gente ya no se cree al personaje".

Pero a Ayuso le ha funcionado bien atacar a la izquierda sin contemplaciones. Sabe cómo buscar el choque… y los titulares: "Ella articula todo con titulares y se apoya en argumentos muy castizos como el de 'España me debe una' (cuando dijo que había logrado sacar a Iglesias de La Moncloa). "Eso es muy del PP y muy de Miguel Ángel Rodríguez, su asesor".

Los dos, Pablo e Isabel, tienen en común de que nacieron en la misma ciudad el mismo día y el mismo año: Madrid, 17 de octubre de 1978. Pero ahí terminan los parecidos. "Pablo siempre tiene cara de cabreo", dice una experta en Lenguaje No Verbal. "Sigue con su lenguaje de macho alfa. Siempre pone posturas expansivas, de poder, con las piernas abiertas para demostrar dominio territorial". En cambio, Isabel Díaz Ayuso "sabe jugar a la mirada a lo Diana de Gales", dice la experta. "Ella agacha la cabeza y pone ojos seductores". Y añade. "Hay que decirlo: es un arma de mujer".

¿Qué pasará cuando se enfrenten en los platós de televisión? "Iglesias entiende mucho los códigos de televisión y, al igual que los actores, sabe buscar la cámara", dice la especialista en comunicación. Pero no solo ahí está su fuerte: "En un cuerpo a cuerpo se la puede merendar. Sabe usar las citas, las fechas históricas, poner cara de póker. Tiene mucho conocimiento. En cambio a Ayuso le falta rodaje. Mete mucho la pata cuando no tiene que leer lo que le han preparado. Y si improvisa, la caga. Eso no le pasa a Iglesias".

Una prueba es que el día en que Iglesias decidió lanzarse a la batalla por Madrid, grabó un video de varios minutos de un tirón y sin pestañear. Lo hizo como si lo hubiera ensayado mil veces. 

Dentro de seis semanas, ambos lucharán por el voto de los madrileños. "Ambos apelarán a nuestro cerebro reptiliano", dice la experta. Se refiere a que movilizarán las emociones básicas del votante como el miedo y el afecto. Por un lado, la postura de Iglesias será: si votas a mi enemiga, llegarán las hordas fascistas y el abuso de poder. Y por otro, Díaz Ayuso responderá: si votas a la extrema izquierda, os quitarán vuestras propiedades y la libertad de opinión.

Es posible que sean unas elecciones reptilianas: no consistirán en que los madrileños voten "a favor" de quien adoran, sino "en contra" de quien odian.

Hoy, un año después de que comenzara el estado de alarma, el confinamiento, los fallecimientos en masa, la crisis de las residencias, la desescalada, el desafío de Madrid al gobierno central, los horarios comerciales, los toques de queda, la vacunación, la moción de censura y las elecciones anticipadas, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en un símbolo para parte de los madrileños. Las encuestas más recientes la califican como la política más valorada por los madrileños, y a Pablo Iglesias, como el peor.

En un año, Pablo Iglesias ha pasado de vicepresidente y ministro triunfante, al candidato menos valorado para las elecciones de la comunidad más poderosa de España. E Isabel Díaz Ayuso ha pasado de la titubeante y torpe política ante los micrófonos, a la esperanza de miles de pequeños comerciantes y vecinos que la ven como la persona que ha salvado a su comunidad de un desastre económico.

Pero sería muy ingenuo pensar que un hábil comunicador como Iglesias, con más armas dialécticas y más tablas, va a dejar pasar esta oportunidad sin luchar a muerte. Sobre todo en un sitio que para él representa un teatro con un enorme simbolismo: la salvación de Madrid. En este momento histórico Iglesias no se ve como político. Se ve como un visionario salvador. Estamos en 1936.

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