La crisis se notará en las urnas

La economía de EEUU cae y se convierte en una amenaza existencial para Trump

El presidente republicano de Estados Unidos lo apostó todo a los datos de empleo y crecimiento pero la pandemia del coronavirus ha hecho estallar todas las alarmas con encuestas que apuntan a un vuelco.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en uno de sus últimos actos públicos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en uno de sus últimos actos públicos.
EP

Cinco años de crecimiento se desvanecieron de golpe en tres meses. Para el presidente Donald Trump fue pasar de ser el favorito en las presidenciales de noviembre al underdog. El republicano lo apostó todo a la economía para ser reelegido, con el paro históricamente bajo y el consumidor optimista porque le subían los salarios. Pero la pandemia por el coronavirus no solo le privó de su única baza. Ahora se le vuelve en contra, hasta el punto de representar una amenaza existencial.

El Producto Interior Bruto de Estados Unidos se contrajo un 9,5% en el trimestre del confinamiento o un 32,9% en términos anuales. Es un mazazo brutal, por su intensidad y la rapidez con la que se produjo. La tasa de paro, entre tanto, subió del 3,5% en febrero al 14,7% en abril por el cierre de los negocios no esenciales. En julio se moderó al 10,2%. Durante la Gran Recesión la actividad económica cayó "solo" un 4% en un periodo de 18 meses y el desempleo llegó al 10%. 

La contracción económica habría sido mucho peor de no ser por los mecanismos de emergencia que se activaron de inmediato. David Wessel, desde Brookings, calcula que las medidas fiscales dieron un impulso equivalente a 14,6 puntos porcentuales. Por ponerlo en dimensión, el déficit de 864.000 millones en junio equivale a la deuda que se acumuló entre 1776 y 1979. Y esto sucedía mientras la Reserva Federal imprimía dinero de forma masiva.

Pero los últimos datos muestran que la recuperación en 'V' que esperaba la Casa Blanca se modera y la Reserva Federal advertía de que la situación podría empeorar si el Congreso fracasaba al extender las medidas de estímulos, como el suplemento a la asistencia por desempleo. Son ya 20 semanas consecutivas en las que más de un millón de estadounidenses presentó una solicitud para recibir el paro. Sin ese extra, el shock creará daños estructurales permanentes

Trump no podía esperar más y ha decidido dar un paso adelante por su cuenta al anunciar este sábado varias órdenes ejecutivas con ayudas económicas al margen de las cámaras. Entre las medidas figuran una prestación adicional de 400 dólares semanales para desempleados (frente a los 600 dólares iniciales), una suspensión de los impuestos sobre las nóminas y una prórroga de la moratoria a los desahucios, entre otras. El Programa de Protección de Nóminas, que había ayudado a más de cinco millones de empresas a mantenerse a flote durante la crisis, también había expirado y ahora se ha extendido hasta diciembre la exención para quienes ganen menos de 100.000 dólares al año

Por si fuera poco, tampoco se esconde el presidente al prometer que si es reelegido en noviembre se perdonarán las cantidades pendientes y se buscarán rebajas permanentes a ese impuesto, que se usa para financiar la seguridad social y programas de sanidad. El Gobierno federal asumiría el 75% del coste de las decisiones y los estados, el resto. ¿La razón de la unilateralidad, según la Casa Blanca? Hay 30 millones de estadounidenses en paro que recibieron estas ayudas en la pandemia y que estaban en una situación cada vez más desesperada, porque veían que la economía vuelve a estancarse mientras los casos de coronavirus crecen en numerosos estados.

Robert Kaplan, presidente de la Fed de Dallas, insiste que el estímulo fiscal es el vehículo adecuado para hacer frente a la crisis y por eso dice se necesita mantener ese sustento. La proyección que hace para el tercer trimestre es de un repunte del crecimiento a una tasa anualizada del 20%. Pero la contracción será del 5% para el conjunto del año y de un 0% entre final de 2019 y 2021. Los nuevos brotes del virus, añade, "frenan la economía y atenúan la recuperación". 

Donald Trump, que se mostró pasivo al inicio de la pandemia, exagera las mejoras y pasa por alto las cosas que no van tan bien. Barack Obama hizo algo similar en las legislativas de 2014, cuando trataba de convencer al electorado que su plan económico estaba siendo un éxito. Pero pese a que entonces se llevaba cinco años de expansión, los votantes no notaron lo que reflejaban los datos y los demócratas perdieron el control del Congreso en una derrota histórica. 

Jerome Powell, desde la Fed, garantiza que seguirá apoyando a la economía real el tiempo que sea necesario e incluso va a relajar el criterio de inflación para dar más margen a la política monetaria al mantener los tipos bajos. En los próximos meses, Trump declarará sin duda la victoria frente a la recesión que puso fin a 11 años de expansión. Y Wall Street, entre tanto, parece ajeno a los últimos desenlaces. Pero el final de la contracción es solo el inicio de la recuperación y llevará tiempo salir de la crisis porque el impacto del confinamiento se notará durante meses, si no años. De hecho, nadie espera que las cosas mejoren de golpe. El daño estructural continúa y se refleja en el mercado laboral.

El daño para la economía es colosal. La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que la recesión se llevará por delante cuatro billones del PIB entre 2020 y 2021. Neel Kashkari, de la Fed de Mineápolis, ve posible que la propagación del virus provoque cierres de las economías locales durante los próximos dos años, lo que se traducirá en una "recuperación mucho más lenta". Eso, a su vez, llevará a más negocios a que declararse en bancarrota y cerrar para siempre. 

La peculiar evolución de la pandemia juega contra la reelección del republicano. Al principio, los casos se concentraban en estados azules como Nueva York, donde los conservadores no tienen opción. Esas regiones impusieron duras restricciones y son las que sufrieron las mayores pérdidas de empleo en abril, mayo y junio. Muchas partes de esas áreas se fueron recuperando mientras el virus se propagaba por los estos republicanos al sur y los veleta en el medio oeste. La recuperación del mercado laboral es frágil. Sigue habiendo cerca de 13 millones de ocupados menos que en febrero y el paro supera el máximo de la crisis financiera. La recesión en los estados rojos y azules no afecta realmente a la elección, porque irán a Trump o Biden no importa lo mal que vaya la economía. La historia cambia donde se disputa el voto independiente. El confinamiento y la recesión por el virus pueden costarle así unos 100 votos electorales y la elección.

Jimmy Carter perdió la reelección de forma abrumadora frente a Ronald Reagan tras el desempleo subir 1,4 puntos entre el primer y el tercer trimestre de 1980. George Bush padre también con Bill Clinton, tras subir solo tres décimas en el mismo periodo en 1992. El paro para el tercer trimestre este año será de cinco puntos y medio, cuatro veces peor que con Carter, y aunque todo puede mejorar el rendimiento de la economía seguirá muy por debajo a los niveles previos a la pandemia. 

En febrero, antes de declararse la crisis sanitaria, el modelo de Moody´s Analytics proyectaba que Donald Trump ganaría las elecciones con 336 votos electorales sobre 270 necesarios. Al potencial rival demócrata, que entonces no se sabía sería Joe Biden, le daba 202 votos. Hubiera sido un mejor rendimiento que en 2016, cuando ganó a Hillary Clinton con 305. Y a todos los estados que ganó, se anticipaba que habría sumado Maine, Minnesota, New Hampshire y Virginia. Ahora, sin embargo, puede perder por goleada. Florida, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Arizona son cruciales en 2020. 

Trump ganó en los seis y eso le dio las llaves de la Casa Blanca. En la proyección de Moody´s ahora, mantendría solo dos y podría perderlos todos, más Ohio, si la participación es como en las legislativas de 2018. El paro preocupa particularmente en el caso de Michigan y Florida, que es posible que cambien a demócrata en 2020. Pese a todo esto, la victoria de Biden no está garantizada. La complacencia entre los demócratas puede llevar a que movilicen menos votos, lo que beneficiaría a Trump en los estados indecisos. La economía puede recuperarse más rápido de lo esperado y otra ronda de estímulos puede animar a los electores. Pero la recuperación no se materializa como esperaba el presidente y por eso necesita romper cuanto antes el ciclo. El virus, además, está para quedarse.

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