Una recuperación más lenta de lo esperado

Moncloa asume el desplome de los PGE y teme un crecimiento que ronde el 5%

La recaída económica del primer trimestre dinamita las premisas sobre las que Hacienda construyó los Presupuestos de 2021, enciende las alarmas sobre el déficit y exige al Gobierno contención en el gasto.

María Jesús Montero y Nadia Calviño
María Jesús Montero y Nadia Calviño
EFE

Ya lo adelantó la Autoridad Fiscal. La previsión de crecimiento del 9,8% sobre la que el Gobierno cimentó su proyecto presupuestario para 2021 era factible, pero para cumplirse exigía que se diera una doble premisa: que las circunstancias a lo largo de 2021 fueran favorables y que no se concretara ninguna de las muchas amenazas que asomaban en el horizonte. Poco ha tardado en torcerse la cosa. La tercera ola de la Covid y las consiguientes restricciones a la actividad aplicadas por los gobiernos autonómicos han traído consigo una más que probable recaída económica en el primer trimestre y de paso una inminente revisión a la baja de la previsión oficial de crecimiento del Gobierno de España, que según avanzó este martes el propio presidente Pedro Sánchez la llevará hacia el entorno del 6,4% anunciado también este martes por el Fondo Monetario Internacional.

El Gobierno dará a conocer el detalle de su nuevo cuadro macro en unos días, a mediados de abril, cuando tiene previsto remitir a la Comisión Europea el Plan de Inversiones y Reformas que hará las veces de hoja de ruta para el aprovechamiento de los más de 140.000 millones de euros en fondos procedentes de Europa. Más allá de dónde se decida situar la décima -  una decisión que en un contexto de tanta incertidumbre tiene más de mensaje político que de rigor técnico -, todo apunta a que el dato se situará en algún punto entre el 6% y el 7%, no demasiado lejos del crecimiento del 7,2% que la vicepresidenta Nadia Calviño siempre ha considerado como referencial, pero que en los papeles oficiales recibe el calificativo de 'inercial' para no despreciar ese 9,8% que a día de hoy sigue siendo la previsión oficial.

La sorprendente revisión al alza de la previsión para España del Fondo Monetario Internacional, del 5,9% al 6,4%, le va a servir a la Vicepresidencia de Asuntos Económicos para dar el barniz de realismo que necesitan sus nuevas previsiones después del soberano patinazo en que incurrió en octubre para aportar su granito de arena a cuadrar las cuentas de los primeros presupuestos de la era Sánchez, según la versión que admiten en privado fuentes del área económica del Gobierno. 

Sin embargo, eso no significa que el equipo de Calviño vaya a abandonar el lado más optimista de los rangos de previsión. Fuentes de Moncloa reconocen que a nivel interno se barajan previsiones que apuntan a que el crecimiento de la economía española en 2021 sería aún más débil de lo que plantea el Fondo Monetario y se quedaría en el entorno del 5%-5,2%.

La consecuencia más relevante de esa revisión a la baja del crecimiento esperado para 2021 es la asunción implícita de la imposibilidad de cumplir las grandes cifras previstas en los Presupuestos Generales del Estado para 2021, singularmente las de ingresos. La ambiciosísima previsión de recaudación fiscal elaborada por el Ministerio de Hacienda, sustentada por un crecimiento sin precedentes del 14,5% de los ingresos por impuestos, se sostenía sobre la base de que el PIB nominal crecería un 10,8% en 2021 (el 9,8% previsto, más el efecto de la inflación), que la demanda interna se dispararía en la misma medida y que la remuneración de asalariados aumentaría un 6,8%, ya que Hacienda entendía que el efecto negativo de la transformación de sueldos en prestaciones por ERTE algo menos cuantiosas se revertiría en 2021 de manera generalizada.

Con una tercera parte del crecimiento inicialmente previsto hundido en el mar de las buenas intenciones, es previsible que un buen pedazo de esos 33.000 millones de euros extra que Montero confiaba en obtener en 2021 para que le cuadraran las cuentas correrán la misma suerte. Hay que recordar que la previsión de ingresos gubernamental ya arrastraba antes la sombra de la sospecha, no sólo por la generosa e improbable previsión de crecimiento del cuadro macro, sino también por su confianza ciega en aspectos tan controvertidos como que las nuevas medidas fiscales aportaran 6.085 millones de euros extra - una previsión que la Autoridad Fiscal recortó a unos 4.000 millones de euros - o que la ejecución completa de los 27.000 millones en fondos europeos presupuestados para este año - algo que a día de hoy ya se considera imposible - dejaran una estela de 6.800 millones en ingresos fiscales de nuevo cuño.

Un ojo en el déficit

El escenario presupuestario arrojaba un saldo negativo equivalente al 7,7% del PIB para el año 2021. También éste se sustentaba sobre unas premisas de gasto público singulares, como que los ERTE o las prestaciones por cese de actividad de los autónomos no se prolongarían más allá del mes de enero. Hacienda siempre ha dicho que el Presupuesto disponía de márgenes para absorber la eventual prórroga de estos elementos del escudo social, pero nunca se dijo que aquéllos pudieran llegar hasta final de año como se plantea ahora. Los Presupuestos de 2021 tampoco reflejaban en ninguna partida presupuestaria los 11.000 millones del plan de ayudas a la solvencia empresarial que el Gobierno presentó hace unas semanas.

El miedo al déficit ya se ha convertido en uno de los factores que rige la política económica, como se han encargado de denunciar desde el área de Gobierno de Unidas Podemos. El tira y afloja por el plan de ayudas directas del Gobierno o la batalla que se augura por la prórroga de los ERTE, que Calviño y Escrivá ya han sugerido que debería traducirse en una reorientación de las ayudas hacia la reincorporación de los trabajadores, anunciando el principio del fin del escudo social, ya han mostrado que la política del Gobierno ya se hace con un ojo puesto en la evolución del déficit.

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