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Los jueves, milagro... o cuando el 'caserazo' salvó a Pedro Sánchez

Sánchez tiene suerte, aunque hay que reconocer que, a veces, se lo curra bastante. Este jueves, su nunca suficientemente venerado ángel de la guarda volvió a rescatarle del fango.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asiste al pleno del Congreso de los Diputados que debate y vota este jueves la convalidación de la reforma laboral.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados.
EFE

Rocky Balboa era un pobre desgraciado: nadie confiaba en él y al final dio el campanazo, no sin antes llevarse una buena somanta de guantazos de mentirijillas en el ring. Sylvester Stallone le puso cara y cuerpo al sufrido púgil en la gran pantalla, donde la trama de la película principal y sus 'secuelas' venía a ser siempre la misma: sufrir y recibir palos para, al final, acabar ganando de forma pírrica. Podría decirse que Rocky tenía suerte... o una flor en salva sea la parte, donde la espalda pierde su casto nombre.

Pedro Sánchez tiene cierto parecido con el mítico actor de cintas de acción. El socialista se ha hecho a sí mismo, triunfando, hundiéndose en el barro y resurgiendo de sus cenizas. Este jueves fue un jueves de milagro, al menos para el presidente del Gobierno, al que una carambola inaudita en la política española le permitió sacar adelante la reforma laboral pese a que dos diputados díscolos con la disciplina de Unión del Pueblo Navarro (UPN) votaron 'no' contra toda previsión. Cuando todo estaba perdido para el Ejecutivo, Alberto Casero, un diputado del PP al que conocen en Cáceres, votó telemáticamente 'sí' por error, permitiendo la aprobación por azar del texto que, de paso, ha torpedeado los cimientos del bloque de investidura.

Hay que remontarse al 'tamayazo' para encontrar algo mínimamente parecido al 'caserazo' vivido en el Congreso de los Diputados. En su día, la ausencia de dos diputados madrileños del PSOE acabó dando la presidencia regional a Esperanza Aguirre, relegando a los abismos al histórico Rafael Simancas, que pudo ser y no fue por esas cosas que tiene la vida. De no haber tenido lugar el quiebro en la Asamblea de Madrid es posible que hasta el futuro de la política nacional hubiese cambiado por el peso de la comunidad autónoma -como se está constatando en el caso de Isabel Díaz Ayuso- en el tablero de los partidos.

Sánchez usa como Manolete su terno azulón para torear en el Congreso, en Europa y donde le pongan. Sus 'faenas' políticas dan buena prueba de ello

Lo dicho: Sánchez tiene suerte, aunque hay que reconocer que, a veces, se lo curra bastante. Este jueves, su nunca suficientemente venerado ángel de la guarda volvió a rescatarle del fango. Por si fuera poco, el marrón con los socios de investidura (EH Bildu, ERC...) se ha cargado en el debe de la cuenta de Yolanda Díaz, que fue quien trató de convencer a las formaciones independentistas de las bondades de la reforma laboral para que apoyasen el proyecto, su proyecto, en definitiva, obteniendo cucurbitáceas (vulgo, calabazas) a cambio. El chapoteo en el charco lo ha sufrido Díaz con cierta complacencia del presidente, a quien le ha venido mejor que bien que la lideresa morada se quedase colgada de la brocha, haciendo valer el popular dicho de "lo que sucede, conviene".

Sánchez es un tanto hierático pero usa como Manolete su terno azulón para torear de salón en el Congreso, en Europa y en el cartel que le pongan y salir cortando orejas imposibles. Sus 'faenas' políticas dan prueba de ello: entró en el Congreso de chiripa sustituyendo a Pedro Solbes; aprovechó la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba para auparse inexplicablemente en la secretaría general del PSOE; fracasó en su primer proceso de investidura; abandonó la Cámara Baja al ser defenestrado por su propio partido; volvió reinvestido como 'capo' socialista tras tumbar en primarias a Susana Díaz, su 'bestia negra'; mandó a casa a Mariano Rajoy con una moción de censura, aprovechando el vendaval de corrupción del PP; capeó (y capea) una pandemia con improvisación inusitada; 'pinchó' vacunas a tutiplén; metió en caja un pastizal de fondos europeos; no se despeina ni se corta la coleta ante las previsiones económicas que le ponen en entredicho... Para los que gustan de los toros, que no es el caso, pensarán que Manolete era un vulgar maletilla habida cuenta de la cintura de avispa del mandatario socialista...

Tras el escándalo político, desde el PP se activó toda la maquinaria para justificar el 'caserazo' y denunciar un tongo que nos va a acompañar mucho, mucho tiempo. Es dramático vivir una película de miedo así, igual que lo es la situación de inestabilidad en la que se adentra una legislatura en la que ya no se se harán prisioneros. Los de Pablo Casado están fuera de sí y habrá que ver si pueden demostrar su teoría de pucherazo a la carta; el PP se ha echado al monte y el conflicto solo puede aumentar: si ha habido 'truco', por eso mismo, y si no es así, por puro cabreo e impotencia. Casado es más un sparring con la suerte justa que un púgil pegón a diferencia del inquilino de La Moncloa que si compra Lotería le toca. 

El terremoto del jueves solo le quitó el color de su piel a Sánchez en ese momento de incertidumbre en que Batet se embarulló leyendo el resultado de la polémica votación, que hizo creer por un instante que la reforma había sido enviada a la papelera de reciclaje... Pero, cómo no, solo fue un susto que Sánchez esquivó con un pase de pecho que le abría de par en par la puerta grande de Las Ventas de la Carrera de San Jerónimo, donde los custodios son leones en vez de morlacos. El presidente, a hombros, y la vicepresidenta, 'herida'. ¿Por qué va a morir el rey si se puede sacrificar a un vasallo?

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