Posdata

No te has leído nunca la Constitución... y lo sabes

Han pasado 42 años. Algunos quieren hoy cambiar la Carta Magna: convendría leerla primero y saber cómo se gestó en la España gris de 1978.

Imagen de los padres de la Constitución española (EFE)
No te has leído nunca la Constitución... y lo sabes.
EFE

Dolores Ibarruri (1895-1989), Jordi Pujol (1930), Felipe González (1942), Santiago Carrillo (1915-2012), Manuel Fraga (1922-2012)... La inmensa mayoría de las Cortes aprobó el texto de la Constitución Española el 31 de octubre de 1978; el 6 de diciembre del mismo año, un referéndum daba el espaldarazo a la Carta Magna, a una norma parida como unificadora y reguladora de la mayoría de los intereses de los ciudadanos. Estaba plagada de cesiones de uno y otro polo político para hacerla fuerte y salió adelante en un proceso constituyente que daba un portazo en las narices a la dictadura para ponerse a militar en las filas de una incipiente democracia. Las Cortes franquistas recibían así una última paletada que las sepultaba tras la aprobación de la Ley de Reforma Política.

Hoy unos celebran la Ley de Leyes y otros la critican. Hoy estos se esfuerzan en mantenerla virgen -aunque haya sufrido ya dos modificaciones- mientras aquellos pretenden cambiarla. Esa es la disputa. Pero para entender la complejidad del momento en el que se cocinó la Constitución de 1978 es necesario haber participado en aquellos acontecimientos, tener la memoria entrenada o bien haber estudiado el periodo. No está de más haberse leído el articulado de la Carta Magna, cosa que mucho me temo no ha hecho la inmensa mayoría de los españoles. El saber no ocupa lugar pero hay a quien el conocimiento le da dolor de cabeza y por eso vive en la ignorancia. Leer -y analizar- la Constitución permite conocer la 'madre de todas las leyes', saber de qué nos hablan los políticos, qué se discute, qué recoge, qué excluye y las formas y maneras de proceder a un hipotético cambio en su contenido.

En 1978, las vacaciones eran un lujo y se bebía Casera con Savin. Parece el pasado del pasado, pero era la década de los 70

La España de 1978 era un guiñapo, cansada física y hasta moralmente, resultado de décadas de poder absoluto y torpedeada por la violencia y el terrorismo -de extrema derecha, de extrema izquierda y de ETA-. Entre los estertores de 1975 y la aprobación de la Carta Magna tres años después la sociedad española preconstitucional era plana. Buena parte había compadreado con la dictadura o, cuando menos, no había entrado en colisión con ella. Otros, sin embargo, estaban exiliados y los que se rebelaban penaban por ello. Daba igual ser intelectual, estudiante u obrero. Cuando se vive en la casa del abuelo es tremendamente arriesgado arrancar el papel pintado con floripondios granates y dorados de la pared y atreverse a pintar en blanco nuclear. Como lo era cambiar el desgastado suelo de tablones de madera o de cerámica pequeñita por un sintasol tan feo como higiénico.

En 1978, las familias españolas -algunas- empezaban a ver los dos y únicos canales de televisión en color aunque los gigantescos aparatos se seguían encendiendo y apagando a golpe de dedo; se merendaba pan con chocolate y se bebía Casera con Savin. Las vacaciones eran un lujo que se pagaba con el ahorro en la alimentación, que pasaba a convertirse en plato único de bocadillo de mortadela. Algunas casas no tenían teléfono, sobre todo en el mundo rural, y por las calles rodaban los carros de madera de los chatarreros, tirados por mulas o burros. Parece el pasado del pasado, pero no, era la década de los setenta, en la que la nación era gris y plomiza.

España pedía un cambio y el cambio estaba servido con una Constitución hija de siete padres de distinto pelaje

La Constitución no tuvo el apoyo absoluto de las Cortes pero parte de los que no votaron a favor del texto se abstuvieron, haciendo ver que la Carta Magna no satisfacía todos sus intereses pero la respetaban y se guardaban la baza de cambios futuros. Salvo excepciones, el país demandaba un cambio y el cambio estaba servido con una Constitución hija de siete padres de todo pelaje: Gabriel Cisneros, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca (los tres de Unión de Centro Democrático, UCD), Gregorio Peces-Barba (PSOE), Jordi Solé Tura (PCE), Manuel Fraga (Alianza Popular) y Miquel Roca (Minoría Catalana). Solo Herrero y Roca viven para contarlo.

Cuando hoy se relata que consensuar la Carta Magna fue casi un milagro se olvida que los milagros no existen y que la 'magia' que alumbró el texto provino desde la derecha a la izquierda, pasando por el centro. La Unión de Centro Democrático del presidente Adolfo Suárez era un revoltijo máximo -lo que equivaldría a meter en un mismo saco en 2020 al PP, a Cs y a algunos fronterizos del socialismo-. El PSOE y el PCE estaban muy definidos, al igual que los nacionalistas vascos y catalanes, mientras Alianza Popular no dejaba de ser una formación desdibujada.

Hasta los que se abstuvieron el 31 de octubre de 1978 aceptaban el texto, aunque esperaban poder reformarlo

La votación en el Congreso del texto de la Constitución obtuvo el respaldo de 325 parlamentarios. Seis diputados (uno de Euskadiko Ezkerra y cinco de Alianza Popular) votaron en contra y se registraron 14 abstenciones, entre ellas las del PNV. Esa Constitución que se impulsaba desde los escaños de los políticos electos describía las bases de la Monarquía Parlamentaria y amparaba y protegía excepcionalmente la figura del Rey, construía el estado de las autonomías que hoy (a veces) nos estructura, recogía la libertad de expresión en sus enunciados, marcaba derechos y fijaba obligaciones.

Salvo los diputados que votaron 'no' el 31 de octubre de 1978, los que se abstuvieron usaron dicha formulación como una estrategia muy lejos de ser una oposición frontal al documento legal, que como el resto de grupos de la Cámara veían mejorable. Si se consulta el diario de sesiones de la fecha y se leen los discursos emitidos desde la tribuna de oradores queda clara cuál era la voluntad mayoritaria del Congreso. Algunos de los portavoces de los principales grupos políticos del Congreso se expresaron así:

Grupo de la Minoría del PNV

  • Xavier Arzalluz

"Es evidente que ningún partido, y tal vez ninguna persona, está conforme al cien por cien con este texto constitucional y, sin embargo, el voto afirmativo ha sido absolutamente mayoritario" (...) "Es cierto que esta Constitución abre posibilidades de desarrollo autonómico, aunque la ambigüedad de muchas de sus formulaciones nos hace oscilar entre nuestro innato optimismo y el pesimismo que podría surgir de la experiencia histórica. Hemos preconizado y preconizamos la abstención porque, por esas razones, no queremos adoptar una actitud que fuera o pudiera parecer agresiva ante esta Constitución, ni negar las posibilidades que encierra ni lo delicado del momento". (...) "Con esta abstención expresamos también nuestra voluntad refomadora de esta Constitución, a partir de los mismos mecanismos de reforma establecidos por la propia Constitución, hasta que encontremos el encaje doctrinal preconizado no solamente por nosotros, sino por toda una línea política durante tantos años en el País Vasco".

Minoría Catalana

  • Jordi Pujol Soley

"Es una Constitución (de eso estamos perfectamente convencidos, y ya nos lo decía el 21 de julio el profesor Tierno Galván) que se ha basado sobre la generosidad de muchos, porque todos hemos cedido y todos hemos conquistado algo, y algo importante; pero hemos cedido, y todos sabemos perfectamente que siempre duele más, se nota más lo que se cede que lo que se consigue".

Grupo Parlamentario de Alianza Popular

  • Manuel Fraga

"Nuestros senadores, y ocho de nosotros en el Grupo del Congreso, hemos optado por seguir la orientación mayoritaria acordada ayer por la Junta Nacional de nuestro Partido, optando así por la esperanza de que, a pesar de sus serios reparos, ésta puede llegar a ser la Constitución de las dos Españas, de todos los españoles; ni la del inmovilismo ni la de la revancha. Mantenemos nuestras serias críticas, que convertimos en programa prioritario de reforma constitucional" (...) "Y si alguno cree que en este momento es difícil mi posición en esta tribuna, quiero decir que nunca me he sentido tanto como en esta ocasión portavoz del entero Grupo Parlamentario de aquellos que en su conciencia se han visto obligados a decir que no, y de aquellos que se han visto obligados a abstenerse, por entender, como lo digo en su nombre, que igualmente acatan y respetan la voluntad de las Cámaras, como acatarán, en su día, la voluntad soberana del pueblo español".

Grupo Parlamentario Comunista

  • Santiago Carrillo

"Nuestro acuerdo con la Constitución empieza porque la consideramos una Constitución válida para todos los españoles, una Constitución de reconciliación, una Constitución que viene a hacer punto y raya con el pasado de luchas civiles, con el pasado de división que ha conocido nuestro país; una Constitución que refleja las realidades político-sociales y culturales de la España de hoy y que, además -y ésta es una de las razones por las que la votamos sin vacilar-, no cierra el camino al progreso de nuestro país, no cierra el camino a las trasformaciones sociales para las cuales nosotros existimos como partido. Es decir, se trata de una Constitución -y por eso vale para todos- con la cual sería posible realizar transformaciones socialistas en nuestro país".

Grupo Parlamentario Socialista

  • Felipe González

"Yo quiero poner de manifiesto que el voto del Grupo Parlamentario Socialista, grupo numeroso, ha sido un voto 'sí' y ha sido un voto unánime. Y desde ese 'sí' unánime de nuestro grupo quiero también afirmar aquí nuestro más profundo respeto para los que se pronunciaron por el 'no' o por la abstención. Porque en eso consiste justamente el valor de la democracia, y porque tanto el 'no' como la abstención que se han pronunciado en esta Cámara, son un 'no' y una abstención democráticos. Es decir, de carácter positivo. Un 'no' y una abstención que son capaces de asumir el texto de la Constitución y seguir luchando desde la Constitución por sus ideas".

Han pasado 42 años y el esmoquin constitucional comienza a mostrar brillos por el uso, algún botón medio suelto, una solapa deshilachada y una pajarita a la que le faltan plumas. Hoy hay quien quiere prescindir de la figura del Rey de España, hacer cambios en la Ley Electoral, abrir más puertas en el autonomismo -cuando no directamente al independentismo- o retocar aquí y allá la Carta Magna. En la Constitución, sus siete padres del texto dejaron explicitadas las fórmulas y mayorías para modificar la Ley de Leyes. Las reglas del juego están marcadas dentro del ejercicio democrático... Y las marcaron hace ya 42 años antepasados de los que hoy se sientan en el Congreso y en el Senado.

Leer el diario de sesiones del 31 de octubre de 1978 me recuerda que aquellos políticos no son estos y que su altura de miras nada tiene que ver con la miopía presente. Carrillo -al que le persiguió toda la vida su pasado en la Guerra Civil- hizo que el Partido Comunista renunciase a la bandera republicana y aceptase al Rey; Arzalluz daba carta de credibilidad al texto legal pese a mostrar su abstención, al tiempo que esgrimía su intención de acometer reformas en la Carta Magna para tratar de conseguir sus objetivos; González respetaba los 'noes' y las abstenciones al considerarlos democráticos; Fraga votó sí junto a otros siete congresistas de Alianza Popular, mientras cinco de sus parlamentarios se opusieron y tres se abstuvieron... La memoria es débil, a veces. Los comunistas de hoy vuelven a airear la tricolor que su formación desterró y quieren destronar al Rey; los nacionalistas vascos caminan entre dos aguas, dejándose querer y queriendo a ratos; Bildu se ha ennoviado con el Ejecutivo en una criticada cohabitación; los independentistas catalanes ya no ven en la Constitución una carretera de progreso sino un camino de cabras que les impide romper la baraja; el socialismo se mira el ombligo y acuerda con 'A' y blinda con 'B' para conseguir 'C' aunque se desmorone 'D'; el PP no encuentra sitio; Cs no sabe cómo hacer para no quedarse fuera de la foto; y mientras, Vox -que ocupaba los sótanos populares- pesca en río revuelto todo lo que puede.

El presidente Suárez, en su alocución ante la Cámara Baja ese día final de octubre de 1978, condensaba el sentir político que hoy es una quimera.

Presidente del Gobierno y de UCD en 1978

  • Adolfo Suárez

"La Constitución expresa la convicción de que no hay dos Españas -como aquí se ha dicho esta mañana- irreconciliables y en permanente confrontación. Creo que es el triunfo de la voluntad común de alcanzar una razonable, ordenada y pacífica convivencia para todos los españoles" (...) En relación con la organización territorial del Estado, la Constitución, que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, reconoce y justifica su más auténtica unidad, garantizando el derecho a la autonomía de los pueblos de España de forma amplia y sincera como jamás se configuró en ningún otro momento de nuestra historia constitucional" (...) "La Constitución, como norma de normas y vértice del ordenamiento de un auténtico Estado de Derecho, responde a las cuestiones fundamentales que plantea la comunidad política: quién manda y hasta dónde manda; determina la tabla fundamental de derechos y obligaciones; configura los mecanismos de acceso a titulares del poder y arbitra los dispositivos para asegurar su correcto ejercicio y dirimir los conflictos" (...) "Señoras y señores diputados, como diputado de esta Cámara, en mi condición de Presidente de Unión de Centro Democrático y Presidente del Gobierno, he de decir que en esta hora crucial debemos felicitarnos todos por haber sabido y querido dar respuesta a una necesidad básica de nuestro pueblo: la de construir una Constitución con sentido integrador y de futuro, por haber sabido sacrificar posiciones de partido en aras del interés superior de la totalidad del pueblo español".

Mostrar comentarios