La autocompra de deuda no es patrimonio europeo

Entre chinos y Blockchain: la banca se convierte en el gigante con pies de barro

El mercado de deuda está siendo sustituido por el mercado de bonos, mucho más permeable y en el que tienen una especial importancia las cuatro entidades chinas que lideran el ranking de los más poderosos.

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Chinos y blockhain: el sector financiero se erige en un gigante con pies de barro. 

Desde luego, los bancos ya no son lo que eran. Nuevas entidades han aparecido en un universo anteriormente acotado para los grandes nombres de las finanzas internacionales. Los otrora poderosos bancos anglosajones, franceses y suizos como JP Morgan Chase, HSBC, Bank of America, BNP Pariba, Crédit Agricole, Barclays o City, tienen que convivir con los nuevos monstruos de los mercados financieros, principalmente chinos.

Así, entre los cuatro primeros que lideran el ranking de bancos con mayor número de activos, ICBC, el Banco de Construcción, el Agricultural Bank, fundado en su momento por Mao Zedong, y el Bank of China, suman más de 15.000 billones de dólares en activos, cifras que les posibilita a mantener el control sobre cualquier operación financiera en los parqués de Nueva York, Londres, Frankfurt o Madrid.

Su actividad les permite a la vez ser partícipes de un cambio de paradigma. El mercado de deuda, cuyos principales protagonistas han sido las entidades financieras internacionales, está siendo sustituido por el mercado de bonos, mucho más permeable y en el que tienen una especial importancia los cuatro bancos chinos que lideran el ranking de los más ricos y poderosos del mundo.

Esta tendencia se ve claramente en los tenedores de deuda pública. Si China era tradicionalmente el principal propietario de deuda americana, hoy en día es la FED la que se encarga de realizar esta labor, imprescindible para el mantenimiento de las cuentas públicas norteamericanas. La autocompra de deuda no es un patrimonio único europeo, por lo que, en este mundo globalizado e interdependiente, cambiarán los métodos y modelos, pero se mantendrán los mismos actores.

Incluso en la renta fija, un valor tradicionalmente identificado con los países occidentales, el sector financiero asiático muestra una fortaleza antes reservada para los mercados europeos y americanos. Seguridad jurídica (aun con ausencia de democracia), niveles de crecimiento por encima de la media y unas buenas perspectivas económicas para 2021 sientan las bases de la traslación de capitales entre los dos grandes bloques financieros mundiales.

Sin embargo, tampoco el sistema financiero chino es inmune a la aparición del que sin duda es el fenómeno financiero del año. Si en 2017 Blockchain era una promesa rodeada de misterio e incluso oscuras sombras legales, 2020 ha supuesto su consolidación como fuente de financiación para empresas y, sobre todo, ‘start ups’. Su rapidez en la obtención, sencillez e inexistencia de mediadores, permiten el acceso directo a la participación en una empresa, en un proceso que convierte a las entidades tradicionales en auténticos dinosaurios desactualizados. En cuatro años, las operaciones realizadas a través de este modelo alternativo no han hecho más que aumentar, llegando a suponer 23.000 millones de dólares en el año de la pandemia.

La financiación Blockchain ha llegado a todos los ámbitos. Los despachos de abogados norteamericanos comienzan a explorar esta fórmula para financiar incluso los litigios más polémicos, como el que próximamente dirimirá las diferencias entre el Condado de Kern (California) y Apothio LLC por la destrucción ilegal de 500 acres de cultivo de cáñamo en este estado. Los bancos no son ajenos a estos movimientos. VTB, el segundo mayor banco ruso, otorgará garantías bancarias basadas en esta tecnología. Por su parte, el BBVA lanzará su servicio para la compra venta y custodia de activos digitales, también basados en la misma tecnología y dirigidos, principalmente, a clientes institucionales, empresas y clientes particulares.

No es la única forma de financiación alternativa. El capital está en manos de diversas firmas, principalmente tecnológicas, que cuentan con el músculo suficiente para embarcarse en mil y una aventuras, incluso fuera de su campo habitual de juego.

Amazon ofrece a sus clientes, en apenas tres minutos, la posibilidad de financiación en los productos que vende. No es el único ejemplo. Los de Seattle extienden su poder financiero a través de la creación de diversos fondos de ‘venture capital’ con la altruista misión de salvar el planeta y lo hace con una dotación de “apenas” 2 billones de dólares destinados a invertir en empresas de transporte, logística, generación, almacenamiento y uso de energía, producción y materiales, economía circular, agricultura y alimentos.

En España, 2020 no ha supuesto más que una aceleración en la tendencia hacia la depauperación del sector. Durante la primera ola de la pandemia, los principales bancos españoles se dejaron más de un 30% de su valor en Bolsa, retrocediendo a niveles de los peores momentos de la crisis de 2008. La banca se ha situado como uno de los sectores que presentan mayor vulnerabilidad ante acontecimientos externos, por lo que los sitúa como presas fáciles de posiciones cortoplacistas o incluso objeto del deseo de otras entidades internacionales.

Ante esta disyuntiva, los esfuerzos de las entidades españolas parecen concentrarse en las fusiones, como la protagonizada entre Bankia y Caixabank o la última entre Unicaja y Liberbank, que parecen anticipar nuevos movimientos en 2021. La necesidad de unos tipos bajos para reactivar la economía, el probable aumento de la morosidad, unido a unas estructuras laborales no ajustadas a las necesidades actuales, hacen inevitable una próxima concentración bancaria, algo que el gobierno no solamente ve con buenos ojos, sino que soterradamente desea para evitar la entrada de capital extranjero en un sector tradicionalmente patrio.

En este proceso de transformación brutal, las entidades tendrán que afrontar una realidad incómoda, que no es otra que tener que explicar a sus clientes que a partir de ahora tendrán que cobrarles por el mero hecho de mantener una cuenta. El ahorro no está bien visto en el sector y, para evitar el efecto ‘calcetín en la cuenta’, se disponen a ofrecer servicios financieros a cambio de rebajar o suprimir las comisiones o gastos de mantenimiento que, en algunos casos, pueden llegar a suponer unos costes de hasta 240 euros anuales para el cliente, independientemente del tiempo que lleve en la entidad de no cumplir las, casi leoninas, condiciones establecidas.

El panorama no es nada alentador. 2021 servirá para que podamos conocer las auténticas manos que mecen la cuna del sector financiero. Unas manos cada vez más amarillas y digitales.

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