El control de los contenidos y la información

La dictadura de las 'big tech' amenaza ya el poder económico de los estados

El poder de las cinco fantásticas (Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook) es incuestionable. Juntas pueden llegar a suponer un auténtico ‘game changer’ en la configuración de la economía mundial.

EFE
La dictadura de las 'big tech' amenaza ya el poder económico de los estados
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El 1 de septiembre de 2020, Apple alcanzaba los 134,18 dólares por acción. Su capitalización en el Nasdaq rebasaba los dos billones de dólares, superando con creces al PIB nominal de países como Italia, Brasil, Canadá, Rusia o España. Si estos datos pueden llegar a marear no lo hacen menos los de Facebook, que cuatro días antes se situaba en los 303,91 dólares por acción, con un valor total por encima de Japón, Alemania o Reino Unido. Por su parte, Netflix, Google y Amazon, la reina de las tecnológicas, suman valores estratosféricos. Todas juntas suponen una auténtica alternativa al poder convencional, en lo que algunos filósofos contemporáneos, como Markus Gabriel, califican como una especie de totalitarismo que crea un "nuevo proletariado digital".

El poder de las tecnológicas es incuestionable. Juntas pueden llegar a suponer un auténtico ‘game changer’ en la configuración de la economía mundial. Dentro de ese prisma estratégico, destaca su control del mercado, que se extiende a toda la cadena de valor del antiguo concepto ‘tecnología’. Su campo de actuación circula desde la arquitectura física del hardware, a la de mayor valor competitivo del software o incluso a los contenidos, como es el caso de Netflix, Amazon Prime o, en menor medida, HBO.

Si hay un sector, alguno, que se haya visto beneficiado por la pandemia, ese es el tecnológico. Desde el comienzo de la misma, las acciones del grupo de las cinco fantásticas (Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook) no han hecho más que incrementar su valor en Bolsa. La razón la encontramos en una paradoja muy occidental, que hace que el valor de lo intangible tecnológico aumente en la misma proporción que se reduce la valía industrial. Si bien la mayor parte de las tecnológicas encuentran su origen en los Estados Unidos, el contrapoder chino aparece en forma de oferta para que el capital extranjero pueda entrar en 2021 en el accionariado de sus joyas de la corona.

Así, Tencent, Alibaba, JDcom o Bilibili han sido señaladas por Credit Suisse como las empresas más ‘opables’, dentro del concepto asiático de OPA, al contar con una cotización baja, amplios dividendos y potencial de crecimiento en un sector tecnológico que en China no está viviendo su mejor momento.

Una inyección o 'partenariado' entre empresas occidentales y chinas de tecnología contribuiría a la aparición de nuevos actores en un mercado caracterizado por ser, en la práctica, un oligopolio a escala mundial. El poder de la globalización ha permitido que una pequeña decisión en Seatle o Silicon Valley tenga una repercusión directa sobre qué serie de televisión se va a ver en una noche en Guadalajara o el precio de una llamada en Bruselas.

Sin embargo, las manos que mecen la cuna de la tecnología mundial también afrontan amenazas en 2021. Los gobiernos parecen haber dicho basta al control sin límites sobre los contenidos e información que circulan por la red y que quedan en manos de las grandes. La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos ha advertido a Facebook que su posición de dominio no se ajusta a las leyes de competencia americanas. Este gesto no se dirige en exclusiva a Facebook. Google sufrió las mismas consecuencias cuando el Departamento de Justicia, y otros once estados norteamericanos, acusaron al gigante de Santa Clara de haber barrido la competencia en el mercado de la publicidad online. Controlar el muro de Facebook y la mensajería de WhatsApp implica la gestión de más de 3.000 millones de usuarios, clientes, a fin de cuentas, a los que poder llegar a través de la publicidad selectiva.

Las batallas también se libran entre ellas. Apple y Facebook mantienen un litigio a raíz de la nueva política de privacidad que quiere imponer la compañía de Tim Cook. Curiosamente, el argumento de fondo del asunto es el mismo que alega el regulador americano contra Marc Zuckerberg. En este caso, Facebook defiende que la política de privacidad de Google obstaculiza su sistema de anuncios al limitar considerablemente la capacidad del anunciante para dirigir sus anuncios o mensajes al destinatario final.

El poder de la globalización permite que una pequeña decisión en Silicon Valley tenga una repercusión directa sobre qué serie se va a ver en Guadalajara

La decisión de Google afecta directamente a todas las empresas tecnológicas que viven en el entorno de la información del usuario. Evidentemente, Facebook, por su posición de dominio, es la principal afectada, pero le siguen a distancia toda la pléyade de empresas que encuentran en las redes sociales su razón existencial. Twitter, Snapchat, Instagram o cualquier otra del ecosistema de Internet tendrán que adaptarse a esta regulación privada que puede tener un efecto demoledor sobre el mercado tecnológico.

A escala nacional se vive un panorama diferente, pero de la misma manera incierto. Jesús Martínez recogía para La Información, el temor de las operadoras a que el afán recaudatorio del Gobierno se imponga en la subasta del espectro para las redes 5G.

Un precio excesivo en el acceso a esta red puede obligar a las empresas que operan en el país a desembolsar una cantidad excesiva en las infraestructuras necesarias para hacer realidad la tecnología del futuro, obligando a invertir en unos activos físicos que les alejan de sus competidoras estadounidenses. Este es un mal endémico que se extiende a toda Europa. Mientras que al otro lado del Atlántico las empresas han optado por apostar por el contenido frente al continente, en Europa históricamente la inversión se ha dirigido a las redes.

De esta manera, la Unión Europea cuenta con una envidiable infraestructura tecnológica, por donde circulan libremente y a la velocidad de la luz los contenidos de empresas ajenas a su espacio, que a su vez recopilan los datos de cientos de miles de europeos, retroalimentando el negocio y, por consiguiente, el dividendo de las 'big tech' mundiales.

El dominio del conocimiento y los métodos siempre ha dado la ventaja competitiva necesaria para que un país pueda ejercer la supremacía tecnológica sobre el resto. Gracias a ella, la geopolítica ha estado siempre en manos de actores públicos. Sin embargo, la aparición de las 'big tech' ha cambiado la naturaleza de los protagonistas. Desde la aparición de los mecenas genoveses, el capital privado ha estado acompañando la predominancia pública sobre el escenario internacional. Ahora, son las empresas tecnológicas, que rivalizan con el poder económico de los Estados, las que pueden determinar el espacio público, sea este radioeléctrico o no.

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