Posdata

Ayuso y Arrimadas, al borde de un ataque de nervios

La presidenta de Madrid  ganará con holgura las elecciones pero dependerá de Vox, mientras líder de Ciudadanos ve cómo se desmorona el partido tras su error estratégico en Murcia.

Ayuso
Ayuso
Efe

Días inolvidables para los amantes de las emociones fuertes: PSOE y Ciudadanos urden un pacto secreto para echar al PP del Gobierno de la Región de Murcia; Isabel Díaz Ayuso convoca elecciones anticipadas para frenar un ‘efecto dominó’ en la Comunidad de Madrid; la izquierda madrileña contraataca y presenta moción de censura; el PP desbarata el ‘golpe de estado’ contra López Miras tirando de transfuguismo; el PSOE de CyL presenta moción de censura contra el Ejecutivo de coalición PP-Cs, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y las aguas bajan revueltas. Demasiados episodios de navajeo político para tan corto espacio de tiempo. Luego nos extrañamos de que las personas normales y corrientes, las que votan, digan que la política hiede.

Los 'sucesos de marzo' han dibujado un escenario político en el que Díaz Ayuso ha tomado las riendas del PP de Madrid y donde Inés Arrimadas ha enterrado en vida al partido naranja con una estrategia penosa que ha sido frenada con un lanzamiento de hueso de aceituna. Ayuso tiene por delante unas elecciones regionales que sabe va a ganar con holgura, por eso hace trampas en el solitario y ha pegado un puntapié al acuerdo con Ignacio Aguado en Madrid. Mientras, Arrimadas trata de evitar que el cielo caiga sobre su cabeza, aunque para mí que se le está poniendo cara de Rosa Díez.

Ayuso sabe va a ganar, por eso ha roto con Cs. Mientras, Arrimadas trata de evitar la debacle, aunque para mí que se le está poniendo cara de Rosa Díez

En enero de 2019, Pablo Casado, que llevaba menos de seis meses como presidente del Partido Popular, nominaba a Isabel Díaz Ayuso candidata al trono de la Puerta del Sol. Casado segaba la hierba bajo los pies de muchos charranes del ejército de Mariano Rajoy y colocaba en primera línea de fuego a un puñado de reclutas a los que el valor se les suponía. ¡Vaya tropa!, que diría el de Pontevedra. Ayuso saltaba así al albero, cual maletilla en Las Ventas, para relanzar un PP de Madrid en caída libre y envuelto en escándalos de todo pelo. Como era de esperar su candidatura fue un fiasco total: bajó el listón de votos a menos de 720.000 y perdió 18 diputados en la Asamblea de Madrid, manteniendo solo 30 representantes. Ángel Gabilondo, un profesor al que le comprarías un coche usado que da conferencias de honoris causa en lugar de mítines, ganó las elecciones pero se quedó con la miel en los labios. Ayuso pasó, por cosas de la política, del fracaso a la presidencia regional con el apoyo inestimable de Cs y Vox.

Hoy, Ayuso, en una suerte entre Jeckyll y Mr. Hyde, parece haber encerrado en algún lugar de la Real Casa de Correos de Madrid a su gemela del metepatismo, a su otro yo de la mofa y la burla. Algo habrá tenido que ver Miguel Ángel Rodríguez, que hace y deshace en la Puerta del Sol y al que se le teme como a un nublado. Fernado H. Valls contaba en este mismo periódico hace solo unas pocas horas que MÁR es el mago que mueve los hilos. Díaz Ayuso tiene de entrenador al Mike Tyson de la comunicación política, a un superviviente nato, a un tipo que en la servilleta de un bar puede dibujar un plan para invadir Polonia con dos soldados al volante de un Mini.

Ayuso ha encerrado en Sol a su gemela del metepatismo, a su otro yo de la mofa y la burla. Algo habrá tenido que ver MÁR

Con todo, Ayuso va a necesitar, como hasta ahora, apoyos externos para gobernar. Y los encontrará en el Vox de Monasterio, claro está, con condiciones y peajes que harán que la lideresa de la plaza del Oso y el Madroño tire de libro de frases y diga eso de 'Lo que sucede, conviene'. Casado intentando montar un cortafuegos que le aleje de Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados y Ayuso barruntando un Gobierno con la extrema derecha. Todo sea por salvar Madrid de las garras de una presidencia de Ángel Gabilondo, que cuando acabe esta guerra le darán tentaciones de descolgar el hábito. Pedro Sánchez, nominando a Gabilondo, demuestra que da la Comunidad de Madrid por perdida y se reserva la renovación del PSOE regional para después de la investidura de Ayuso. Puede que en ese momento le llegue a Gabilondo un whatsapp ofreciéndole ser Defensor del Pueblo, que le encaja como un guante a un hombre bueno como él, sabio, reflexivo y leído. Gabilondo ha dicho que será candidato con el mismo tono que habría dicho que no lo sería, con la pulcritud y la decencia que le impiden meterse en el barro pegajoso de la política.

En Cs mascan la tragedia que ha desencadenado Arrimadas con un fallido asalto al poder murciano. Por lo pronto, en Madrid, Ignacio Aguado rumia cuál será su destino, ya que, hasta la fecha, la formación naranja no ha designado candidato para la guerra electoral. El quid de la cuestión es si Cs logrará el 5% de los votos necesarios para obtener representación en la Asamblea de Vallecas. Los naranjas del foro están convencidos de que con Aguado la formación desaparecerá de la cámara regional.

Arrimadas tiene solo una alternativa votable en una candidatura por Madrid: ni Cantó ni Villacís… Ella misma

Arrimadas, responsable del aprieto en su partido por sus vaivenes, ha hecho bueno a Albert Rivera, ese político que pudo ser y no fue. Ahora, la política, que se vino a la metrópoli para conquistar España después de arrasar en Cataluña, se halla frente a un horizonte incierto al fondo del cual parece habitar la nada. Hay entre la militancia y entre los mandos intermedios quien piensa que podría ficharse a Toni Cantó como revulsivo; yo no lo veo. Otros creen que Villacís salvaría los trastos; ella no lo ve, en el Ayuntamiento está a la sombra de Almeida y no caen (tantos) chuzos de punta.

Creo que Arrimadas tiene solo una alternativa votable: ni Cantó ni Villacís… Ella misma. Ahí si coinciden los temerosos ‘ciudadanos’ que se ven en las colas del paro. A Inés Arrimadas le ha venido enorme la política nacional. Madrid le permitiría aguantar una travesía por el desierto en la que va a ver cómo compañeros de filas se acercan al PP o al PSOE y Ciudadanos se vuelve luz de gas. Madrid bien vale una misa.

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