Presión empresarial

El 'Davos de Galán', el lobby económico que se levanta frente a Ribera y Calviño

La Mesa Europea de la Industria se ha celebrado en su habitual ambiente de hermetismo, con el presidente de Iberdrola como anfitrión, oportunidad que no ha dejado escapar para hacer un guiño a sus intereses. 

(I-D) La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño; el Lehendakari, Iñigo Urkullu y el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, mantienen una conversación en a su llegada a la reunión del Plenario de la European Round Table For Industry  (ERT), en la Torre Iberdrola, a 22 de noviembre de 2021, en Bilbao, Euskadi, (España). La ERT celebra tan sólo dos reuniones anuales, tiene su sede en Bruselas y se creó en 1983 para actuar como “lobby” de la industria europea ante las autoridades comunitarias, pero también para propiciar un punto de encuentro estable de los primeros ejecutivos de la industria del continente. De la ERT dependen 5 millones de empleos en el mundo e inversiones anuales en investigación y desarrollo por encima de los 60.000 millones de euros.
22 NOVIEMBRE 2021;REY;ERT;EUSKADI
H.Bilbao / Europa Press
22/11/2021
El ‘Davos’ de Galán se postula como el gran lobby económico frente a Calviño. 
Europa Press

A menudo la línea que separa la economía de la política es tan tenue que no se diferencian los actores de los escenarios. En el caso concreto de la energía y la industria, los intereses están tan cruzados que hace falta un catalizador que aúne los esfuerzos de unos y otros por influir de manera directa en las relaciones con la administración y el legislador. Ese es el papel de las asociaciones empresariales, plataformas, movimientos, mesas o encuentros. Todos estos formatos proporcionan a las compañías la oportunidad de trasladar sus intereses y advertir sobre las consecuencias que una legislación puede tener contra sus negocios o sectores respectivos. Junto a esta práctica habitual, los tradicionales 'lobbies' se están transformando con vistas a la recuperación económica y para no quedarse fuera de juego en las nuevas relaciones políticas surgidas tras la pandemia.

En este contexto, esta semana, la Mesa Europea de la Industria, la European Roundtable for Industry (ERT), ha reunido a una cincuentena de las empresas europeas más importantes en Bilbao. El despliegue ha sido espectacular, consiguiendo que Felipe VI acudiera al almuerzo de trabajo organizado y que, en esta ocasión, ha contado con Ignacio Sánchez Galán como anfitrión. Ahora bien, como buen centro de poder, la discreción y el secretismo de las reuniones que se mantienen en privado apenas trasciende a los medios de comunicación. Al igual que en Davos, la diplomacia corporativa tiene que bailar al son del recato para asegurar que sus argumentos lleguen al sitio adecuado y de la forma correcta. 

Pese a que la ERT es una gran desconocida en este país, el presidente de Iberdrola ha aprovechado la ocasión para posicionar y reforzar a la industria como el muro de contención ante las políticas que amenazan el crecimiento sostenible y la prosperidad en Europa, que son los valores que promueve desde su fundación. Esta organización, creada en 1983, tiene como propósito visualizar "la unidad en la creencia de que la cooperación entre la industria, los decisores políticos y todos los implicados en el desarrollo industrial y económico de Europa resulta esencial para fortalecer el lugar que debería ocupar Europa en el mundo". Un fin tan ideal como evidente. 

Entre sus miembros están las principales empresas europeas como Volvo, E.ON, BASF, Rolls-Royce, Eni, BP, Orange, Siemens, BMW y las españolas Telefónica, Inditex, Ferrovial e Iberdrola. Todas suman cinco millones de puestos de trabajo directos, dos billones de euros de ingresos y 60.000 millones de inversión en I+D al año. Son cifras que asustan a los gobiernos, ya que, en realidad, el poder económico que se reúne bajo su paraguas supera, en muchos casos, al de los propios Estados miembro de la Unión.

En manos de Iberdrola

El escenario propuesto para la celebración de su encuentro semestral fue Bilbao y como anfitrión, la organización cayó en manos de Sánchez Galán. La asistencia contó con la presencia, además de Felipe VI, de Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la CE, y Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Economía y Transformación Digital, que, en este caso, figuraba como ministra de jornada, acompañando al Rey.

Por obra de la casualidad, o bien por la astucia, la reunión fue la primera presencial en dos años, por lo que el vaivén de coches oficiales, grandes empresarios y todo el boato que suele acompañar estos actos lució en toda su intensidad, aunque de forma discreta, como es también norma habitual. Cabe preguntarse la razón por la que no fue el propio presidente del Gobierno el que asistiera al evento, dada la tendencia que muestra de rodearse del empresariado más selecto, además de contar, siempre bien visto fuera de nuestras fronteras, con el apoyo institucional de la Casa Real.

Pero en todos estos actos siempre hay un espacio para la reivindicación política. El encuentro contó con el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, quien pronunció un discurso una vez terminado el acto plenario. Quizá esta fuera la explicación para la ausencia de Sánchez, ya que el líder de la oposición aprovechó la ocasión para presentar su plan de reformas económicas ante una audiencia tan distinguida. Las críticas contra las subidas de la factura de la luz, sus repercusiones en la industria, la reforma de las pensiones, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), la fiscalización de los fondos europeos y las críticas contra los presupuestos fueron las ideas base de su discurso que, por otra parte, los organizadores se encargaron de mantener de la forma más discreta posible, rozando incluso el secreto para no herir susceptibilidades.

Al tratarse de un discurso ajeno a la ERT no puede considerarse ni mucho menos como una asunción de estos postulados, pero, sin embargo, sí supone mostrar las garras ante las medidas propuestas por el Ejecutivo de coalición en Europa, en especial, su cuestionamiento del mercado eléctrico y la fiscalidad que rodea el campo energético. El 'nuevo Davos' industrial que pisó tierra en Bilbao esta semana ha venido para quedarse y defender a ultranza un crecimiento sostenible fundamentado en las grandes empresas del continente.

En palabras de Sánchez Galán, "situar la descarbonización en el centro de la estrategia europea y asignar recursos a sectores con visión de futuro mejorará la competitividad global de la economía y generará puestos de trabajo duraderos y de calidad". Todo un recado a un Gobierno que defiende a ultranza la electrificación y la supervivencia de la fuerza de trabajo en los ámbitos más tradicionales. Además de la reivindicación internacional, Galán aprovechó para lanzar un mensaje al público local al situar a "España, País Vasco y Vizcaya" como "grandes ejemplos de los beneficios de esta transformación", quizá en alusión directa a la pugna por ganar influencia ante Repsol en el juego por situarse en el trono de la economía vasca y en el disputado ojito derecho del PNV.

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