Elecciones 14-F

Sarrià: el bastión de la derecha catalana donde resisten los 'indepes' con dinero

La Plaça Artós, situada en el corazón del barrio, se ha convertido en el epicentro de los grupos más conservadores mientras que, unos metros más arriba, un 'stand' de Junts per Catalunya hace campaña. 

Sarrià
Sarrià: el bastión de la derecha catalana donde resisten los 'indepes' con dinero.
Beatriz Jiménez Nácher

Una señora pasea a su Beagle por Plaça Artós a mediodía. Le ha puesto en el collar un lazo con la ‘senyera’ y lo arrima a un árbol con suavidad. Al otro lado de la plaza, unos operarios instalan un andamio con plató para recibir al presidente de Vox, Santiago Abascal, y el candidato del partido por Cataluña, Ignacio Garriga. El evento se celebró ayer por la tarde a las 20 horas, y participaron telemáticamente Alberto Tarrades, candidato por Gerona, Isabel Lázaro, candidata por Tarragona y Toni López, por Lérida. El cabeza de lista de Vox, Ignacio Garriga, dio su discurso antes del presidente del partido, quien subió al escenario gritando "els carrers son nostres" (las calles son nuestras). Afirmaba así el avance de Vox en Cataluña y hacía un guiño contestatario al separatismo, que creó ese himno durante el 1-O.

Luego se dirigió a sus votantes enfatizando la importancia del lugar: "Artós es un símbolo de valentía. De una Cataluña que no renuncia a la libertad. Sois los mejores jóvenes de España, los que viven con más dificultades. No solo os enfrentáis al paro, sino que os niegan la identidad". La plaza está al final de la arteria principal de la villa de Sarrià, un barrio que fue un pequeño municipio independiente a Barcelona hasta 1921. Fue entonces cuando se anexionó a la ciudad y pasó a formar parte de esa capital condal que seguía en expansión desde que, en 1860, Cerdà propulsara su plan hipodámico para crear el ensanche (Eixample). 

Su calle principal, la calle Major de Sarrià, está repleta de panaderías, fruterías y locales en constante movimiento. Un trasiego también electoral. Porque la avenida es la viva imagen del contraste de la zona. Por un lado, en su desembocadura, Artós se ha convertido en un escenario de representación del ala más conservadora de Barcelona, un lugar que ha recogido los momentos más tensos entre independentistas y españolistas como, por ejemplo, cuando en octubre de 2019 grupos ultras se manifestaron desafiando a los CDR. Además, el partido también se ha afirmado recientemente en la zona estrenando a principios de mes su sede en la calle del Camp, a 20 minutos andando de la plaza.

Por otro lado, subiendo hasta paseo Bonanova por la misma calle se llega a otra plaza, la Plaça Sarrià, donde Junts per Catalunya ha instalado una caseta de campaña con las caras de Laura Borràs y Carles Puigdemont. A su lado, un hombre de 75 años se asoma a un escaparate con el periódico 'El Punt D’Avui' enroscado en la mano. Se llama Carles y vive en Sarrià con su mujer. Aunque está censado en Sitges, cuenta que ya ha votado por correo por miedo a que las restricciones de movilidad no le permitiesen ejercer su derecho. Explica que les toca a las nuevas generaciones catalanas seguir luchando. Es un independentista convencido, y asegura que se ha llevado "muchas bofetadas" por defender sus ideas. Ahora se siente rodeado. Se ríe al decirlo: "Aquí tenemos a los fachas", señala con el periódico. "Estamos invadidos. En Sarrià siempre ha ganado el catalanismo, luego empezaron a construir casas de lujo y empezaron a venir todos estos, y estamos rodeados", concluye.

Calle de Major de Sarrià
Calle Major de Sarrià.
Beatriz Jiménez

Está convencido de que el problema es un sistema político obsoleto. Y espera que, aunque no llegue a verlo nunca, surjan nuevos líderes. Argumenta, dejando silencios de medio segundo, que el empuje del independentismo se ha apagado desde que los políticos presos entraron en la cárcel. Y que "los de segunda fila que han quedado", como cuenta, "no saben hacerlo mejor". Desearía la amnistía para los políticos catalanes en la cárcel para no perder un empuje ganado, pero con tono de resignación cree que dos años ya son muchos: "Si salieran, todo sería otra historia", puntualiza en catalán. Antes de irse, declara que, ante las votaciones, los catalanistas convencidos nunca votarán al PSC: "Es incoherente. No es por el socialismo en sí, es por lo que representa", explica levantando el periódico para despedirse.

En porcentajes, el barrio de Sarrià, que se compone de los distritos de Vallvidrera, el Tibidabo i Les Planes, aúna más de la mitad de votos secesionistas: un 51,8% según datos de las elecciones generales del 26 de abril de 2019. A la vez, en las elecciones de noviembre del mismo año, Vox alcanzó su cota máxima de voto en Sarrià, registrando un 7,93% de apoyo. Otro 6,33% lo consiguió en Les Corts. Después de la alta tensión vivida en Barcelona, hay calma. Parece que, en el contraste, se navega en un pacto tácito de no intromisión. Aunque la prudencia no reprime la curiosidad. Así lo refleja Miquel, catalanista de Vic, y de paso por Barcelona. Hace unos días vio una pancarta de Vox en Paseo de Gràcia con Via Augusta, y ha desviado su paseo para comprobar si hoy seguía ahí. "Pensé, a ver cuánto dura. Simplemente quería verlo", explica. "Menos mal que la han quitado", añade.

En contraste, Cristina, de 50 años, y su madre, llevan toda la vida votando al PP. Viven en la zona de Plaza Adriano, cerca de la calle Mandri, en Sarrià. Aunque sus dos padres no son de Cataluña, Cristina explica que nació en Barcelona, se crio en el barrio y que vota a los 'populares' porque "es el único que garantiza el constitucionalismo". Como profesora de Primaria en la escuela pública, denuncia que se hacen 45 minutos de castellano a la semana en las aulas: "Se da el castellano como si fuera lengua extranjera. En ningún colegio he podido expresar mis ideas, y llevo toda la vida en las escuelas", detalla. Está harta de los "follones" en Barcelona, de la fuga de empresas, y entiende el fenómeno de Vox: "Tengo amigas que votaban a Ciudadanos y ahora votan a Vox por hartazgo. Porque al menos defiende lo que defiende". Cuando se jubile, cuenta, se irá de Cataluña.

El sol de media tarde inunda la plaza. Ana y Esther, peluqueras de un local cercano, fuman un cigarro en una pausa. No son de Cataluña pero llevan muchos años trabajando en Barcelona. Todas sus clientas, dicen, votarán el domingo. Pero a la pregunta sobre los perfiles, responden rápido: "Uy... Aquí no hay independentistas. No son de aquí. Esto es zona alta". Fronteras invisibles en una ciudad cosmopolita.

Mostrar comentarios