Posdata

Lo que une a Yolanda Díaz con el Papa Francisco

La ministra ha pisado el acelerador social en el Gobierno de Sánchez mientras el Pontífice pide renta básica mundial y reducir la jornada laboral, como si hubiera un peligroso comunista en el sillón de San Pedro.

Yolanda Díaz
Yolanda Díaz.
Moncloa

Josefina tejía gordos jerséis para que no pasase frío en los duros inviernos; él, mientras, defendía sus ideales desde la lucha sindical, en las fábricas y en la política del Congreso de los Diputados; también en la cárcel. Marcelino Camacho estaba, como diría Quevedo de una nariz, pegado a una prenda de lana en unos tiempos en los que el frío no solo se reflejaba en los termómetros y los calendarios. Su quehacer pasaba por tratar de lograr mejores condiciones laborales, salarios más altos, condiciones menos penosas en los desempeños de un empleo: negociar, negociar, negociar y, entre medias, presionar, presionar, presionar. Algunos sindicatos de hoy se llaman igual que los de entonces pero pesan bastante menos. En los albores de la Transición, un simple jersey daba más escalofríos en Moncloa y a los empresarios que las tierras de Soria que vieron nacer a Camacho.

Hoy, en España, el sindicalismo se ejerce también desde una parte del Gobierno, que es trino y uno al tiempo: socialismo, podemismo y comunismo. Probablemente nunca un presidente del Gobierno de España haya tenido tantas voces discordantes en un Consejo de Ministros de cuotas, fruto de los acuerdos entre PSOE y Unidas Podemos para encumbrar a Pedro Sánchez a los altares del poder. El acuerdo envenenado impide cambiar a los titulares de las carteras moradas por muchas ganas que Sánchez pueda tener de ver fuera del Gabinete a Garzón, Montero o Belarra, que ha caído en el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 por obra y gracia del 'sí se puede' y como plataforma para liderar una formación en la que la que corta el bacalao es la titular de Trabajo, Yolanda Díaz.

Jamás un presidente socialista habría pisado tantas líneas rojas si no fuera porque le va la vida política en ello

Sánchez haría pasar por la quilla del barco monclovita a Díaz si no fuera porque no tiene poder suficiente para ello -lo que ya es lamentable- y porque necesita a la comunista gallega con la misma intensidad con la que probablemente la desprecia. Hace dos telediarios, Díaz podía pasar desapercibida por las calles de este Madrid que acoge de brazos abiertos a propios y extraños y ahora si osase pasear por la Gran Vía paralizaría el tráfico como si fuera una actriz de Hollywood. Díaz rivaliza con Sánchez y le gana poco a poco terreno por mucho que luego el socialista trate de colgarse la medalla de latón cuando sale por la tele.

Ella ha peleado a cara de perro la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que ha aumentado en 15 euros para situarse en los 965. El objetivo apuntaba a los mil euros pero entre las virtudes de la ministra está también el posibilismo, entendido como saber qué se puede conseguir sin provocar un tsunami y qué no. Los 15 pavos han dejado un tufo a cuerno quemado en la CEOE aunque no ha llegado a arder toda la pólvora; tiempo habrá. La ministra también ha defendido la renovación del maná de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), visibilizados como un salvavidas laboral, y ha llevado la voz cantante en el acuerdo de Presupuestos Generales del Estado donde Sánchez ha tenido que colar los requerimientos de los socios que le dan estabilidad en el Ejecutivo. Jamás un socialista habría pisado tantas líneas rojas si no fuera porque le va la vida política en ello: si hay que flirtear con la propiedad privada, se flirtea; si hay que bufar a los fondos de inversión, se les bufa; si hay que aprobar leyes que ni comprenden en Ferraz, se aprueban. En el pecado se lleva la penitencia.

Igual en las noches vaticanas el Papa se pone un jersey a lo Marcelino y trata de mejorar las piruetas de Yolanda Díaz

No sé si Yolanda Díaz usa jerséis gordos de lana como los que le hacía la combativa Josefina a Marcelino, pero se está ganando uno a pulso. Lo mismo le sucede al Papa Francisco, que ha entrado de lleno en el debate socio-político-económico planetario pidiendo una renta básica mundial, acortar las jornadas laborales para poner orden en un mundo, según él, enloquecido, y proteger los recursos naturales en peligro por la codicia. "Este sistema, con su lógica implacable de la ganancia, está escapando a todo dominio humano. Es hora de frenar la locomotora, una locomotora descontrolada que nos está llevando al abismo. Todavía estamos a tiempo".

Bergoglio ha reclamado este sábado "un salario universal, para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida" y ha apostado por "la reducción de la jornada laboral" que sirva para permitir el acceso de más personas al empleo. El Papa argentino, que siempre ha presentado una vertiente muy social, ha reclamado también "la liberación de las patentes" de las vacunas de la Covid, la condonación de la deuda de los países pobres y el cese de la destrucción de "bosques, humedales y montañas". Como si hubiera sentado un peligroso comunista en el sillón de San Pedro. ¡Qué más querés!

Lo mismo en las frías noches vaticanas, entre mármoles, granitos y arrobas de arte, el Papa Francisco se enfunda un jersey a lo Marcelino mientras pasea imaginando un mundo mejor y tratando de mejorar las piruetas de Yolanda Díaz ante la mirada atónita de los soldados de la Guardia Suiza.

Buena semana.

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