Posdata

El amor en tiempos de la Covid y el déjà vu del 14 de Febrero

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, junto a Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, junto a Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE.
Efe

España no es como Alemania, que tiene un gran poder de recuperación ante las dificultades, pero hay que reconocer que aquí los políticos nos hacen una gracieta y se nos olvida que no nos llega la camisa al cuerpo. El azar -o la desidia, primero del Ejecutivo Quim Torra y, luego, del de Pere Aragonès- ha venido a convocar elecciones catalanas para el 14 de febrero. Este año solo habrá día de los enamorados a la chita callando: los amantes clandestinos se cuidarán muy mucho de mandar flores, corbatas o bombones al domicilio conyugal del otro. En 2021, los picaderos están resbaladizos de gel hidroalcohólico e hisopos para tomar muestras de PCR; y sus suelos alfombrados por ropa interior y mascarillas higiénicas. El amor en los tiempos del virus es profiláctico.

Con el pistoletazo de salida de las catalanas el candidato socialista, Salvador Illa, ha salido dando traspiés del Ministerio de Sanidad, dejando atrás el panorama desolador dibujado por la enfermedad en el país. Illa llegaba a Cataluña para besar el santo -o a La Moreneta- y se ha metido en un jardín en el que ha perdido galones. Ahora el (ex)ministro más conocido del gabinete de Pedro Sánchez es un simple pretendiente a un trono que arde por los cuatro costados. Cataluña está diezmada por el coronavirus y por la deriva independentista; por el castigo económico de la Covid y por la deslocalización de empresas enseña por el miedo a la secesión política.

Lo mejor de las elecciones catalanas no será el resultado sino las negociaciones de alcoba, muy típicas de un 14 de febrero

Illa marcha a Barcelona con su barretina para dar el sorpasso y desbancar a los 'indepes' de la Generalitat. Es posible que logre ganar unas elecciones pero, de ser así, necesitará apoyos de investidura entre los que estará En Comú Podem, el tentáculo del vicepresidente del Gobierno de España Pablo Iglesias en territorio catalán. Puede que no sea suficiente, lo que obligaría a ERC a dar salida a una Generalitat de izquierdas o bien que Cs o PP permitan un ejecutivo no secesionista. Lo mejor de las elecciones catalanas no será la campaña ni el resultado sino las negociaciones de alcobas propias o ajenas muy típicas de un 14 de febrero: en ellas, unos y otros se declararán amores eternos con los dedos cruzados... ¡Qué bonito es el amor cuando tu pareja está deseando un descuido para telefonear a tu rival!

Seamos claros. Inés Arrimadas ha pasado ya casi a ser historia política en España. Le queda poco para desvanecerse en las urnas y las que se pongan en Cataluña serán el segundo aviso (el primero ya llegó en las generales). Me da que el naranja de Cs empieza a difuminarse hacia el magenta de UPyD, que tuvo una antorcha y hoy es luz de gas. El Partido Popular va a mejorar resultados, cosa que no es difícil si nos atenemos a los anteriores, y Vox va a entrar como una apisonadora tal y como vino a suceder en el Congreso de los Diputados. Eso al menos sugieren algunas encuestas, entre ellas la del CIS.

En Comú recogerá, o no, frutos del respaldo de Unidas Podemos. En la formación ya han avanzado que aspiran a dar forma a un gobierno de izquierdas en la Generalitat lo que me genera un déjà vu digno de mención. El PSC de Illa asegura que no va a tener en un posible gobierno a políticos independentistas. Como para fiarse de alguien que dice que seguirá la estrategia de Sánchez en las elecciones generales. Resuenan en mi cabeza las palabras del hoy presidente negando pactos con UP mientras ya se encamaba eufemísticamente con el líder morado, y no era 14F. En la partida también juega Puigdemont que tiene pinta de ser 'president' huido, que no en el exilio, por los siglos y los siglos.

Los picaderos están resbaladizos de gel hidroalcohólico; y sus suelos alfombrados por ropa interior y mascarillas. El amor en los tiempos del virus es profiláctico

En estas catalanas Pablo Iglesias se juega más de lo que a priori pudiera parecer. Un mal resultado puede, desde dejarle fuera de un Gobierno de coalición con el PSC a ser convidado de piedra en una negociación con ERC, que huye de JxCAT como alma que lleva el diablo y que parece dispuesto a abandonar la vía unilateral de independencia para centrarse en impulsar a la sociedad catalana. Por fin algo de cordura. Es por eso que Iglesias ha vapuleado a Salvador Illa, que ha dejado de ser un digno ministro de Sanidad para convertirse en el "candidato del poder mediático". Si el mediático Illa gana y En Comú pincha, el deterioro de las relaciones en el Gobierno de coalición PSOE-UP será el principio de una carrera, puede que larga, en la que los morados torpedearán lo que puedan y más a Pedro Sánchez... Iglesias empezará a pensar que más pronto que tarde tendrá que dejar de ajuntar a su jefe-colega del Consejo de Ministros para tratar de sembrar por separado, porque su sombra podría acabar por no dejarle ver el Sol.

Hace 28 años que no celebro el 14 de Febrero, que para mí es un día negro. Será simplemente trabajo: que gane y gobierne el que lleve a Cataluña la paz social, política y económica. Si no es mucho pedir.

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